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La táctica del miedo

9 de octubre de 2017

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Charlton Heston fue un actor dedicado generalmente a las denominadas películas del oeste, en las que se veía obligado a utilizar el revólver, pese a tratar de mantener una vida pacífica en la pantalla, como lo fue en la real. Pero el Poderoso Caballero Don Dinero, deseoso de fortalecerse con las ventas de armas, lo llevaron a ser uno de los promotores de la Asociación Nacional del Rifle, bendecida y amparada por lo más inescrupuloso de la sociedad norteamericana.

Tomar la justicia por su mano, castigar a presuntos culpables que se libraban de penas carcelarias por cuestiones técnicas y otros errores judiciales ayudaron a propagandizar la necesidad de que los norteamericanos portasen armas, para lo cual la Asociación lo vinculó con el derecho inalienable de los ciudadanos que ha sido determinado por la Segunda Enmienda de la Constitución.

No solo se ignora por conveniencia que este acápite se refiere a una época en que se determinó que cada ciudadano tenía el derecho de armarse para defenderse de ocupantes y agresores externos, sino que se tacha de traidores a quienes abogan por el caso contrario.

Algunos ciudadanos latinos residentes en estados extremadamente racistas, como Georgia, me hablaron de que casi se obliga a que cada ciudadano blanco porte el instrumento de la muerte, y se llega a poner multas si no lo hace, aunque no esté legislado.

El derecho a defenderse de supuestos terroristas, de los abundantes robos e intentos de asesinatos en una sociedad que se corrompe cada vez más, favorece a la táctica del miedo que se impone en cada debate sobre la violencia armada, por lo cual las reglas de portarlas y comprarlas nunca han podido tener éxito hasta el momento en Estados Unidos.

Sin embargo, lo cierto es que el efecto bumerán de ello se ve más claro en la sociedad; de modo que tanto los terroristas como personas con problemas mentales pueden acceder fácilmente a armas de fuego, debido a bajas restricciones, pero ello le importa un bledo al actual presidente Donald Trump, agradecido a la Asociación por haber sufragado parte de sus gastos de campaña electoral y cumplidor de su promesa a los dirigentes de la deleznable entidad: “No les fallaré”.

Luego de la reciente matanza perpetrada por un adicto de las armas contra asistentes a un festival de música country en Las Vegas, lo único que se ha hecho al respecto es conversar sobre si se prohíbe a o no la venta de una culata aplicada a rifles semiautomáticos, que puede disparar 800 balas por minuto, utilizada por el atacante, un blanco, quien se suicidó luego de haber asesinado a 59 personas y herido a más de 600.

O sea, se aleja aún más la posibilidad de implementar leyes severas sobre el comercio de armas en Estados Unidos, porque impedirlo sería una hecatombe para los lobbies al respecto en el legislativo, la Asociación y Trump, quien, sonriente, expresó que no es momento de hablar de ello.

Mientras, día a día, se suceden todo tipo de asesinatos producto de la discriminación racial, el estrés, el consumo de drogas, etcétera, entre los que descuella la muerte de nueve afronorteamericanos en una iglesia episcopal metodista de Charleston (Carolina del Sur). Su autor, Dylan Roof, de 21 años, antes de llevar a cabo el asalto, publicó un manifiesto en el que compara a las personas de raza negra con “perros”, y defiende la segregación racial “como una medida de protección”.

“Si un hombre golpea a un perro, lo vas a sentir mal por el perro. Pero si el perro muerde al hombre, no vas a sentir la misma pena. ¿Por qué? Porque los perros están en una escala más baja. La misma analogía se aplica a las relaciones entre blancos y negros”, escribe el autor del texto, que agrega que “cualquiera que crea que blancos y negros somos iguales por dentro sufre delirios”, y explica el porqué eligió a Charleston para perpetrar la matanza:

“Es la ciudad más histórica de mi estado. No tenemos cabezas rapadas, ni Ku Klux Klan… Nadie hace nada al margen de hablar por Internet. Alguien tiene que tener la valentía para realizarlo en el mundo real, y supongo que ese ‘alguien’ soy yo”.

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