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La sombra del hambre

15 de febrero de 2018

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Centenares de millones de personas están amenazadas de morir de hambre incluso en lugares donde hay desarrollo, abundantes alimentos y agua, y el deterioro del cambio climático aún no es tan evidente.
Y es que en la mayor parte del mundo reina la desigualdad, de tal manera que hace recordar aquella pregunta del economista francés Maurice Allais acerca de cuántos pobres se necesitan para fabricar un rico.
Ello resume bien la razón de ser de todos los sistemas económicos basados en la explotación del trabajo humano y de la guerra de clases, en la que la oligarquía estadounidense va a la vanguardia desde la era de Ronald Reagan y ahora alcanza límites insospechados en el aún poco tiempo -que parece demasiado- de Donald Trump.
Este le dio un golpe bajo al neoliberalismo, cuando renunció a tratados obamísticos con naciones del Pacífico y Europa, pero ello no entrañó el bien de las clases desposeídas, sino el disfrute de quienes ya tienen mucho y no están conformes, pero viven y explotan en y desde Estados Unidos.
Lo mío primero, dijo Trump, junto a sus frases que reviven la dominadora y agresiva Doctrina Monroe, que hizo de América Latina su “pato trasero”, pero con abierto aditamento de empobrecer a los pueblos de este y demás continentes, lo cual ayuda a fabricar esos superricos que forman parte de la cúspide de la pirámide social, ese 0,1% que se apropia de la mayor parte de la riqueza del mundo.
La exclusión política y económica hace también que millones de personas no puedan adquirir alimentos, aunque sean de baja calidad, porque no tienen recursos para ello. Cada cuatro segundos alguien muere de hambre en el mundo, más de mil millones de seres humanos la sufren y siete de cada diez son mujeres y niños.
Los monopolios acaparan gran parte de las ventas mundiales de semillas, en un lucrativo mercado cautivo, porque, paradójicamente, se negocian variedades resistentes a sus propios herbicidas.
Para complacer a quienes entronizan el neoliberalismo, no extraña que exista un mercado verdaderamente esclavo, con todas esas dosis de injusticia social y exclusión, causantes que millones de personas se sublevan hoy para no morir de hambre.
Por una razón simple, empíricamente verificada: la mundialización generalizada de los intercambios entre países caracterizados por niveles de salarios muy diferentes, provoca finalmente por todos lados, en países desarrollados como en los subdesarrollados, desempleo, reducción del crecimiento, desigualdades, miserias de todo tipo
Una lucha consecuente, con todos los factores progresistas unidos en un valladar contra complots y maledicencias imperiales, harían prevalecer la justicia para los pueblos, y sólo así se sentarían las bases para hacer desparecer la sombra del hambre.

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