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La represión nuestra de cada día

8 de enero de 2018

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La Argentina de Mauricio Macri, respecto a la represión, no se diferencia mucho de la impuesta por las dictaduras militares, que controlaba con mano de hierro el  país. Quizás la única diferencia es que todavía hay cierto margen para que algunos periodistas puedan denunciar los crímenes y las injusticias que se cometen a diario.

Solo basta recorrer las páginas de algunos diarios o leer despachos de agencias internacionales, no comprometidas con el actual régimen, para ver que la represión de la policía y organismos especializados supera en mucho el feminicidio que llena de luto, cada año, a la sociedad argentina.

Uno de los últimos hechos duramente criticado por los medios y la ciudadanía, no es precisamente el más cruel que se haya cometido, pero demuestra el grado de impunidad de los uniformados.

Alfredo Martí Luna es un oficial de policía, que se destacó como ente represivo durante las protestas del pueblo frente al Congreso, donde se discutía en esos momentos una de las tantas reformas del actual gobierno.

En los primeros días de enero se publica una foto donde ese oficial aparece rociando gas pimienta, no a los que protestaban sino a un jubilado que no está desafiándolo, sino parado contra una pared.

Resultó tan evidente la foto y las filmaciones de ese día, que luego de tres semanas el Control Externo de la Policía porteña dio a conocer el nombre del oficial y ahora se espera que sea llamado a prestar declaraciones en los próximos días, aunque por hechos anteriores no se puede tener la esperanza de castigo.

Quizás sea premiado por tan “valiente” acción contra un anciano, tal y como sucedió con uno de los señalados como presunto asesino del líder mapuche Maldonado, quien fue ascendido y además reconocido por las máximas autoridades por su labor en los hechos.

Las imágenes frente al Congreso para protestar por la llamada reforma provisional que afecta a los actuales y futuros jubilados, fueron narradas por un colega argentino presente, precisando que los policías “barrieron la plaza con balas de goma y gases y dispararon a quemarropa contra los fotógrafos que cubrían la información”.

Y casi como una burla, en esos precisos momentos, un tribunal decretaba la salida de prisión e imponía reclusión domiciliaria a Miguel Etchecolatz, de 88 años, antiguo jefe militar condenado a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad en la década de los setenta del pasado siglo y quien había confesado haber matado a opositores, aunque sin aclarar a cuantos.

La respuesta de familiares e hijos de los propios represores señalaron que tal beneficio se trata de una amnistía encubierta y lo enmarcaron como “otra salvajada más de las que se vienen cometiendo durante los últimos dos años”. Cualquier coincidencia con Alberto Fujimori en Perú es pura coincidencia.

Para muchos argentinos, tal y como dieron a conocer en un comunicado los familiares citados, la “pesadilla retorna. Hoy volvemos a sentir el perfume del terror”.

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