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La proclama de la Habana cumple 8 años

2 de febrero de 2022

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Uno de los resultados históricos más importantes y trascendentales logrados por la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC) ha sido sin dudas la Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz, documento y compromiso de los países, gobiernos y pueblos, que la suscribieron y que no tiene precedentes en el largo, difícil y doloroso itinerario regional que arrancó con las heroicas y gloriosas luchas de independencia contra el colonialismo español hasta nuestros días.

Hace ocho años, las 33 naciones que hoy forman el variopinto conglomerado latinoamericano y caribeño dieron a conocer en la segunda Cumbre de la CELAC -celebrada en La Habana, Cuba, este consenso sin precedentes que convierte en realidad al cabo de dos siglos los sueños angustiosos y sublimes de Simón Bolívar, José Martí, y tantos otros hombres y mujeres ilustres y patriotas que dedicaron sus vidas a la soberanía plena; la justicia como “sol del mundo moral”, incluida la abolición de la esclavitud; la amistad, buena vecindad y cooperación entre todos sus componentes.

La Proclama de La Habana resultó el más firme, decidido y contundente golpe a los intereses imperiales y coloniales que históricamente han pretendido entronizar la desunión, la división y aún la guerra entre los países hermanos y se convirtió en un ejemplo ante las demás regiones con agrupaciones similares en el mundo actual.

No es casual que la Proclama se inicio con la ratificación de los protocolos y principios consagrados en la Carta de las Naciones Unidas y el Derecho Internacional, conscientes de que la prosperidad y estabilidad de la región contribuye a la paz y la seguridad internacionales.

El documento suscrito en la capital cubana el 29 de enero de 2014 consolida jurídica y políticamente el criterio de “la unidad en la diversidad”, como base del estricto cumplimiento y obligación de no intervenir, directa o indirectamente en los asuntos internos de cualquier otro Estado y observar los principios de soberanía nacional, la igualdad de derechos y la libre determinación de los pueblos, según se expresa textualmente.

Por otra parte, se establece el compromiso -de manera explícita- de respetar plenamente el derecho inalienable de todo Estado a elegir su sistema político, económico, social y cultural, como condición esencial para asegurar la convivencia pacífica entre las naciones.

La declaración es clara, además, en cuanto al compromiso regional con el Tratado de Tlatelolco sobre proscripción de armas nucleares y seguir promoviendo el desarme nuclear general y completo como contribución de la confianza, es un aporte sustancial a la paz mundial.

Al subrayar en el punto siete de la declaración que los Estados firmantes se guiarán, en su comportamiento internacional, por los principios contenidos en dicha Proclama, evidencia así su largo alcance, la profundidad de su contenido y la obligatoriedad de su cumplimiento.

La Proclama de América Latina y el Caribe como Zona de Paz abrió una nueva era para la región. Ahora es necesario defenderla frente a enemigos internos y externos.

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