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La política exterior de un estado fallido

24 de octubre de 2022

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Cuando la política exterior de un Estado tiene que basarse en el chantaje, la presión brutal y la amenaza -aun con respecto a sus socios y aliados- ello nos muestra que quien la ejerce es, entre otras cosas, un Estado fallido, incapaz de conducir esas relaciones dentro de un marco de convivencia, respeto mutuo, comunidad de intereses legítimos y cooperación.

La torpe política exterior del actual gobierno imperialista de Estados Unidos es un claro ejemplo de esta condición, aun cuando sus antecedentes se remontan al mismo momento fundacional de ese país y no ha exhibido sustanciales cambios desde entonces, al margen de la alternancia formal entre demócratas y republicanos.

Las pretensiones de dictado imperial planetario lo han caracterizado desde siempre y un solitario ejemplo -entre otros pudieran añadirse- está en la feroz política de bloqueo y agresión que se lleva a cabo contra Cuba desde hace más de 60 años y ha sido reiteradamente rechazada por Naciones Unidas mediante infinidad de resoluciones de su Asamblea General y prácticamente por todas las demás organizaciones internacionales y regionales existentes en el mundo de hoy.

Digamos que un rasgo fundamental del Estado fallido -en este caso de Estados Unidos- es que se niega con soberbia a rectificar sus propios errores y, contrariamente, insiste sobre ellos cuando se siente frustrado o fracasado en su condición de imperio supuestamente infalible, tanto hacia el exterior como hacia lo interno.

En el momento actual, todo hace indicar que el carácter de Estado fallido se acentúa y confirma para el Imperio Yanqui, envuelto en una generalizada crisis de violencia desenfrenada con uso de armas de fuego; brutalidad policial; crisis económica con inflación, pobreza e insalubridad crecientes; polarización y persecución mutua entre los grupos de poder que buscan supremacía unos sobre otros y pueden llevar al país hasta una guerra civil.

Su política exterior es fallida y cada vez más desconcertada y desconcertante; se encamina inexorablemente hacia un naufragio en las aguas del multilateralismo que avanza incesante y ninguna guerra o conflicto accesorio podrá detener, según se aprecia cotidianamente.

Para el resto de la humanidad no deja de ser grave peligro que un país imperial, poseedor de los recursos destructivos que detenta Estados Unidos sea un Estado fallido de naturaleza incontrolable.

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