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La pandemia de la OTAN

14 de abril de 2021

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No se pensaba en la llegada del terrible virus SARCOV-2 y su secuela, la pandemia COVID-19, cuando ya la no menos letal pandemia de la OTAN, (la Organización del Tratado del Atlántico Norte creada en 1949 por Estados Unidos y sus aliados europeos bajo el pretexto de “la contención del comunismo soviético”) había provocado millones de víctimas entre la población civil como consecuencia de sus criminales bombardeos aéreos y otras acciones agresivas contra Yugoslavia, Afganistán, Siria, Irak y Libia, por citar solo algunos ejemplos más recientes y de participación directa.

La pandemia de la OTAN data, por tanto, de mayor tiempo y une a sus víctimas humanas la destrucción de países enteros, instalaciones industriales, escuelas y hospitales, viviendas y todo tipo de instalaciones sociales de los países bombardeados y agredidos de las más diversas formas desde hace más de 20 años.

Es oportuno recordar que esta criminal pandemia –según sus propios estatutos internos– es siempre dirigida  por un general de alto rango del ejército estadounidense y que en su composición Estados Unidos realiza el aporte fundamental, incluido el financiero, en que sus socios siempre han descansado. Es la punta de lanza principal del imperialismo norteamericano no solo respecto a Europa sino, también hacia otras regiones del mundo, una vez que amplió su radio de acción en la década de los 90, cuando tras la disolución del Pacto de Varsovia aprovechó la brecha para autoasignarse nuevas áreas de influencia, que no excluyen a América  Latina donde actualmente cuenta con Colombia como “extra OTAN”.

Tiene también su estructura un llamado “secretario general”, quien es habitualmente un funcionario europeo de escaso brillo, que cumple directamente las indicaciones de Washington, tal como ocurre actualmente. Es un Almagro europeo.

En estos momentos tan difíciles para el mundo en su conjunto, la pandemia de la OTAN se ha extendido a Ucrania y desde allí amenaza a Rusia de manera absurda y delirante, sobre la cual pretende estrechar un cerco fracasado de antemano, y pone en peligro de forma irresponsable y aventurera la paz no solo de Europa sino también internacional.

Rusia, por su parte, ha reaccionado a tales provocaciones con la  serenidad y la eficacia que la caracterizan, alertando a la humanidad acerca de la posible catástrofe si el gobierno de Estados Unidos sigue empujando a la dócil Ucrania y otros socios de la OTAN en el camino de la confrontación, ya sea en Crimea o en la región del Donbass.

Acostumbrada a atacar siempre a los más débiles, esta vez la OTAN parece estar jugando con fuego, si no considera seriamente evitar una nueva pandemia, en la que seguro será contagiada.

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