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La otra pandemia

27 de mayo de 2020

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El movimiento Black Lives Matter (Las vidas de los negros importan) ha denunciado el ningún caso que la actual administración de Donald Trump ha hecho a las denuncias de los abusos policiales a la población afronorteamericana, que incluyen la muerte a más de mil presuntos delincuentes en los últimos 12 meses, bajo el epígrafe de “homicidios justificados”, cuando el 40% estaban desarmados.

Si en esta cuestión hubo cierta mejoría en el segundo período de la gobernanza de Barack Obama, en la actual de Trump han aumentado los abusos a la población negra tanto por las fuerzas policiales como por grupos de supremacistas blancos y entidades racistas de toda laya que acuden hasta la amenaza de muerte a quienes se oponen a la reelección del actual presidente.

La casi ausencia de datos oficiales en este sentido muestra la poca importancia que se le da a la vida del negro, delincuente o no, ya que sólo el Buró Federal de Investigaciones (FBI) toma en cuenta los “homicidios justificados”.

O sea, aquellos de supuestos delincuentes muertos por las fuerzas del orden dentro del marco de la ley. En 2014 fueron 444 personas y cinco años después eran el doble, pero la realdad muestra actualmente la falta de transparencia para evitar la atribución de las responsabilidades.

En este sentido, un estudio publicado por el sitio de publicaciones académicas Public Library of Science, un grupo de investigadores de la Universidad de Harvard, recomienda que se incluyan en las declaraciones obligatorias de defunción a los homicidios cometidos por la policía.

“Las muertes relacionadas con la policía, ya se trate de personas muertas por las fuerzas del orden o de agentes que mueren en su trabajo, son un problema de salud pública y no solo un asunto de justicia penal, dado que estos hechos influyen en la tasa de mortalidad y repercuten en las vidas de las familias y comunidades implicadas”, argumentaron los académicos

Y es que el racismo y la desigualdad van de la mano, y se “enriquece” con el aumento de armas y la violencia policial

La brutalidad en las acciones de quienes debían considerarse agentes del orden y de la protección contra lo ilegal -todo muy alejado de la realidad- toma inusitado relieve con el accionar impune de policías que matan a diestra y siniestra, no importa que la víctima esté desarmada o en condiciones incapaces de respuesta, independientemente de la culpabilidad.

El cóctel de policía blanco y víctima negra se ha hecho tan usual que, aunque se trate de ocultar cifras al efecto, como indicamos antes, se sabe que por lo menos de tres a cuatro personas, generalmente afroamericanas, perecen a manos de los gendarmes, sin contar las violentas respuestas de estos a quienes presencian y tratan de protestar por los evidentes abusos.

 

CONSIGNA  MORTAL 

Durante la presidencia de Barack Obama, un afroamericano, la desigualdad racial se profundizó y la violencia policial no tuvo límites, pero con el arribo de Trump se han disparado en una amplitud insospechada junto con la proliferación de armas, bajo la consigna de es mejor tenerla y no usarla, que necesitarla y no tenerla.  Por ejemplo. Hay casos en el estado de Georgia que la persona asaltada puede ser multada si no tenía un arma para defenderse.

Si con Obama, a pesare de su insistencia, el número de armas en manos de la población ascendía a 270 millones, en la actualidad este número se elevó extraoficialmente a cerca de 350 millones.

Otro dato conservador es que en el 37% de los hogares estadounidenses hay un adulto que posee un arma. No es un problema fácil erradicar, porque la segunda enmienda de la Constitución reconoce el derecho individual a portar armas para fines legales, y son necesarios dos tercios de los miembros de ambas Cámaras del Congreso para cambiarla.

Como muchos conocen, desde los disturbios de Ferguson, por la muerte del adolescente afroamericano Michael Brown y posterior exculpación del policía blanco que le disparó, se ha hecho común los asesinatos de negros a manos de agentes que luego son liberados de culpas.

Han sido años de muestras de una desigualdad que ha cobrado la vida de centenares de negros, abatidos por la policía de manera violenta y sin motivo aparente. Alguna de la técnica utilizada por los uniformados es la de disparar primero y preguntar después.

Por supuesto, la policía no es la única ni la principal culpable por los crímenes cometidos por su mano, porque la venta de armas es permitida, bajo el alegato de una enmienda constitucional a ojos vistas obsoleta, y la desigualdad social, además de la discriminación racial, hace crecer a límites insospechados el número de pobres e indigentes, en tanto se hace común el aceptar sin sonrojo el poder omnímodo del 1% de los privilegiados sobre el 99% a quienes llaman perdedores.

Detenciones aleatorias, asaltos y violaciones de los derechos civiles de la población afroamericana han sido denominador común en EEUU. La población de raza negra, 40 millones de personas, representa el 13% de los estadounidenses y un 42% han sido víctimas de la policía incluso sin llevar armas.

Todo ello llevó a la matanza de cinco policías en Dallas (Texas), un estado que desde abril del 2015 permite llevar armas de mano como pistolas o revólveres por la calle y mostrarlas en público. Y desde hace mucho tiempo se puede ver por la calle a personas portando armas de guerra como el AK-47.

Ni la sentada de los congresistas demócratas en la Cámara de Representantes para solicitar medidas que limiten la venta de armas, ni las presiones al ‘lobby’ de las armas representado por la Asociación Nacional del Rifle, que cuenta con el apoyo del Partido Republicano, han conseguido nada para impedir su venta a quienes están siendo investigados por el FBI por vínculos con el terrorismo.

Sí, se dice que la cultura de la violencia puede tragar a toda una sociedad de una nación que afirma ser democrática, pero no lo es claro, con el peligro de que, en sus estertores su política egoísta y hegemónica haga también víctima al resto del mundo. No es festinado, porque sus guerras de agresión que dispara los dividendos de la inútil para la vida industria armamentística, así lo demuestra.

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