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La otra guerra

15 de diciembre de 2020

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El Consejo Nacional de Seguridad de Estados Unidos acaba de acusar a Rusia de jackear los sistemas informáticos y redes de computadoras de empresas norteamericanas, lo cual ha sido negado personalmente por el presidente Vladimir Putin, quien recordó que no es esta la primera acusación de este tipo lanzado sin pruebas alguna por una nación que tiene una amplia experiencia en lo que se conoce como ciberguerra.

Independientemente o no del pirateo de las comunicaciones estadounidenses, hay que señalar que el propio EE.UU. se ha caracterizado por atacar en ese sentido a otros países, incluso aquellos considerados aliados, con el fin de sacar ventajas económicas, principalmente en las cuestiones relativas a las patentes.

Nuestro país ha estado siendo asechado en ese sentido, sobre todo a partir del 16 de diciembre del 2017, cuando el saliente mandatario Donald Trump orientó al secretario de Estado Rex Tillerson a coordinar un grupo de trabajo para examinar los retos tecnológicos y oportunidades para expandir el acceso de internet en la Isla.

El Departamento de Estado y la Agencia para el Desarrollo Internacional han gastado más de 22 millones de dólares en proyectos para la subversión en Cuba desde que Trump asumió la presidencia y, en este sentido, responde a ello los más recientes sucesos vinculados a crear zonas de desavenencias en sectores de la juventud, repudiados en general por la población cubana.

Aunque Cuba defiende una internet democrática y participativa bajo los principios del Derecho Internacional y el multilateralismo, y el uso pacífico del ciberespacio, así como rechaza los fines militares, subversivos delictivos que se advierten en lo que llaman red de redes, al Imperio esto le importa poco y, mientras se queja de que está siendo atacado por los informáticos rusos, lo cierto es que utiliza este tipo de malsana acción para cambiar resultados en la elecciones, contra los mercados de valores y los teléfonos de personalidades.

Asimismo, para realizar chantajes masivos a través de las redes sociales, provocar derrames intencionales en instalaciones petroleras, realizar ataques contra centrales eléctricas, hidroeléctricas y productoras de gas, almacenes de agua, etcétera.

En esto último, Venezuela enfrenta uno de los peores ataques realizados por los testaferros al servicio del imperialismo contra el sistema eléctrico y la industria petrolera, cuyo fin es acrecentar el malestar social y económico.

Ya desde la década de los ’90 el ciberespacio se había convertido en una especie de guerra silenciosa, como se pudo observar en Kosovo, Taiwán, Chechenia, Georgia y el Medio Oriente.

Recuerda el periodista cubano Raúl Antonio Capote que el punto de inflexión fue en Irán, cuando se logró detener el enriquecimiento de uranio a la planta nuclear de Natanz, pero fue en el 2017 cuando demostró su capacidad de destrucción, al paralizar el aeropuerto de Kiev, provocar paros en el transporte público y afectar los medios de comunicación rusos.

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