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¿La OTAN obsoleta?

17 de abril de 2017

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Entre las más sorprendentes afirmaciones formuladas por el candidato presidencial estadounidense Donald Trump durante su extravagante y aparentemente contradictoria y confusa campaña electoral, se cuenta la que calificó como “obsoleta” a la alianza militar de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN) hasta entonces considerada como la columna vertebral y compromiso esencial de Estados Unidos con sus socios más allegados, verdadera punta de lanza del Imperio en sus políticas de agresión y acoso –que extendió su radio de acción hasta “ los más oscuros rincones del planeta”–, bajo la batuta de Estados Unidos desde los cuarteles de Bruselas y las numerosas bases instaladas en Europa, incluyendo algunas con armamento nuclear.

Tal desplante fue aprovechado por sus adversarios electorales para hacerlo objeto de las más agudas críticas y colocarlo en situación que lo hiciera aparecer como alguien que atentaba contra los fundamentos mismos de la política exterior y la tan llevada y traída “seguridad nacional “de Estados Unidos. Fue un buen pretexto, aprovechado por sus rivales para intentar ponerlo a la defensiva en este crucial terreno.

Muchos meses después, el entonces candidato y hoy presidente vuelve a sorprender a su país y al mundo afirmando totalmente lo contrario a lo que había dicho durante la campaña electoral y declara sin sonrojarse que la susodicha OTAN ya no es obsoleta, ni anticuada, ni inútil, cubriéndola de elogios y sustituyéndole sus consideraciones como herramienta fundamental para Washington.

Aunque no es la primera vez –ni será la última– en que un candidato presidencial estadounidense se desdice o niega los pronunciamientos electorales hechos en medio de la campaña, no hay dudas de que la brusca rectificación del actual mandatario en cuanto a la OTAN lleva a interrogantes, que van desde la oportunidad del pronunciamiento hasta la sinceridad de sus palabras.

No olvidar que durante la misma comparecencia, en la visita del Secretario General del pacto a la Casa Blanca, el presidente le recordó a sus asociados que deben elevar sustancialmente la contribución económica y cumplir tal como está previsto, dedicándole el porcentaje del presupuesto nacional establecido para cada uno de ellos, que asciende al dos por ciento.

Según las informaciones que han circulado públicamente, es el gobierno de Estados Unidos quien asume financieramente el déficit económico que se presentan en los elevados costos de la OTAN para su mantenimiento y operaciones. Observadores europeos han manifestado, sin embargo, que si Washington es el principal usuario y beneficiario del pacto, lo justo es que pague más que los otros asociados.

El súbito cambio de posición ya es motivo de numerosos comentarios y análisis por parte de los círculos políticos y la prensa mundial, incluida la del propio país del Norte, que tratan de hallarla una o varias explicaciones, como las concesiones a fuertes presiones de política interna, la tensa situación internacional o el omnipresente complejo militar-industrial, que no deja de hacer su labor bajo cualquier circunstancia.

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