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La “moral” de los inmorales

7 de mayo de 2018

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Mientras Rusia reitera que no abandonará a Siria en la lucha impuesta por la coalición occidental y sus terroristas, el primer ministro Emmanuelle Macron toma la batuta entregada por el presidente Donald Trump y exhorta a una invasión conjunta franco-yanqui-británica para seguir castigando a Siria, tras el criminal ataque misilístico que tomó como pretexto el falso ataque químico a la población de Duma, sin prueba alguna, achacado al ejército sirio.

No es la primera vez que cuando las tropas de Damasco realizan un victorioso avance, liberan territorio y hacen huir a los terroristas, Occidente fabrica el pretexto químico para agredir a Siria, contando con la mayoritaria prensa que controla y hasta el respaldo de la mayoría de los integrantes del Consejo de Seguridad.

El atacar sin pruebas cuando le conviene es algo manido, pero que no deja de ser cruel por el número de víctimas y destrucción y peligroso ante la extensión de un conflicto que pudiera ser catastrófico a nivel mundial.

Lo cierto es que Estados Unidos reforzó sus tropas en el sur sirio, donde construye una enorme base militar; y Gran Bretaña prueba allí sus drones y explosivos de nueva generación, que hacen daño dentro de cualquier edificación y causan graves daños a los pulmones y otros órganos humanos.

A su vez, Macron ha llegado al colmo de la sumisión, al aducir que es moral unirse en la cruzada antisiria, lo que ha hecho decir al derechista periódico Le Figaró que “París se ha equivocado a la hora de elegir aliados y enemigos en Siria”.

Otros críticos en Francia a la iniciativa que Macron dice estudiar y preparar con sus mandos militares y aliados para emprender una acción en gran escala contra el país árabe, recuerdan el “tubito” del peligrosísimo gas que un Secretario de Estado norteamericano blandió en la ONU para justificar una guerra de agresión contra Iraq.

En Francia una mayoría de ciudadanos todavía se enorgullece de la actitud del ex presidente Jacques Chirac, quien se negó a seguir la trampa norteamericana y se desmarcó de un conflicto que destrozó a la nación árabe y entre cuyas consecuencias destaca la aparición de ISIS o Daesh, el autodenominado Estado Islámico.

Los dirigentes franceses invocan a la moral para justificar sus acciones en el exterior. Chirac y su entonces Ministro de Asuntos Exteriores, Dominique de Villepin, se ganaron los aplausos en el Consejo de Seguridad, pero ya hoy hasta los niños saben que detrás de cada decisión se encuentran intereses económicos y estratégicos.

En el 2003, Francia defendía unos intereses que no cuadraban con los de su aliado norteamericano. Pero, además de sostener su papel en el Medio Oriente, subrayó su papel de independencia hacia Washington.

Diez años más tarde, el presidente François Hollande ya había ordenado la puesta en marcha de sus portaviones y cazas para atacar objetivos sirios. Se creía embarcado en una coalición militar “del bien”, acompañado por el Nobel de la Paz, Barack Obama. Pero el Presidente norteamericano se retiró en el último segundo y dejó a Francia y a Hollande en la soledad del guerrero moral. Y, en solitario, no se atrevieron a ir a la guerra.

Pocos dirigentes internacionales son motivo de burla e insultos en Francia como Donald Trump. Pero cuando el primer dirigente norteamericano afirma que va enviar “bonitos” misiles a Siria, Macron  se siente obligado a actuar al lado de su aliado, repetimos, como un “deber moral”.

Al tiempo que Macron tocaba los tambores de guerra, el príncipe Mohamed Ben Sultán, nuevo hombre fuerte de Arabia Saudita, visitaba el Palacio del Elíseo. Riad y sus aliados en el Golfo bombardean a Yemen desde hace meses en una guerra que destruye al país y masacra a civiles, muchos de los cuales perecen no solo por la metralla, sino por falta de alimentos y agua.

Aquí nadie habla de moral, porque reciben grandes beneficio$, olvidando los muertos yemenitas, así como los que EE.UU. y sus aliados han causado a Siria, donde no se detiene  una salvajada que ya ha dejado en siete años unos 500 000 muertos y 12 millones de desplazados.

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