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La mayor amenaza

25 de septiembre de 2017

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En estos tiempos en que todas las armas de la desinformación masiva enfilan contra la República Popular Democrática de Corea, con el fin de hacer creer que es la principal amenaza para el mundo, y no Estados Unidos, ciertas filtraciones radiactivas del centro nuclear que mantiene Israel en el desierto de Neguev recordaron el papel de gendarme del régimen de Tel Aviv en la región de Medio Oriente.

Con la asunción de Donald Trump a la Presidencia norteamericana, el belicismo yanki-sionista se expandió por toda la región, obedeciendo planes de balcanizar a los países que se oponen o no siguen al pie de la letra los dictados del imperialismo.

Esto toma un cuerpo mayor cuando Israel, junto a las potencias nucleares y todo el grupo integrante de la Organización del Tratado del Atlántico Norte se negaron a adherirse al Tratado de No Proliferación Nuclear, firmado ya por 122 países, entre ellos Cuba, y que cuenta con el respaldo de Naciones Unidas.

No es nada nuevo decir y subrayar que Israel es la mayor amenaza para la región, y en ese contexto Irán acaba de rechazar por considerarlas infundadas las alegaciones de Trump y del premier israelí, Benyamin Netanyahu, sobre el programa nuclear pacifico de Teherán, que ha sido verificado numerosas veces por la Agencia Internacional de Energía Atómica (AIEA), con el respaldo de los países integrantes del Consejo de Seguridad de la ONU que suscribieron el acuerdo con la nación persa (Rusia, China, Francia, Gran Bretaña y el propio Estados Unidos, más Alemania, del que Washington se acaba de retirar.

Teherán ha dicho que no se cruzará de brazos ante la actitud estadounidense y que el incumplimiento del levantamiento de sanciones –que ha afectado a millones de iraníes– tendrá respuesta.

La dura realidad es que estos comentarios sin fundamento se repiten por un régimen, el de Israel, que no está comprometido con ninguna ley ni reglamento internacional y posee cientos de cabezas nucleares en sus arsenales, lo que es reconocido como una gran amenaza contra la paz y seguridad en la región de Oriente Medio, sin mencionar sus crímenes contra el pueblo palestino.

Ante esto, existe el silencio y la hipocresía de Occidente ante el arsenal nuclear del régimen de Tel Aviv, expuesto por el anterior presidente norteamericano, Barack Obama, quien en su momento pidió a Netanyahu que pusiera fin a sus comentarios mentirosos sobre la conclusión de las conversaciones nucleares.

Pero Trump no es Obama, y mantiene vínculos sólidos con el poderoso lobby sionista Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel (AIPAC, por sus siglas en inglés), que se gastó cerca de 30 millones de dólares en prebendas para evitar que se firmara el pacto nuclear con Irán.

El punto de vista religioso de la nación centroasiática explica que el uso de armas de destrucción masiva no tiene cabida en la doctrina militar de la República Islámica de Irán, y, en este sentido, se ha mencionado el decreto religioso (fatwa) promulgado por el Líder de la Revolución Islámica de Irán, el ayatolá Seyed Ali Jamenei, que lo prohíbe.

Pero nada de ello le importa a Trump ni a Netanyahu, quienes volvieron a acusar a Teherán de buscar la fabricación de bombas atómicas y aseguraron que “nunca” dejarán que el país persa disponga de este tipo de armamento.

A preguntas de periodistas sobre el acceso de Tel Aviv a la posesión de armas nucleares, Trump, tan dado a vociferar, guardo silencio, desvió el tema de conversación y no quiso responder al informe publicado en el Boletín de Científicos Atómicos, en Chicago, el cual aseveró que el régimen de Israel posee al menos 80 ojivas nucleares operativas y dispone de material suficiente para producir otras 190, aunque otras fuentes aseguran que llegan a 400 y 900 respectivamente.

Así, Trump, se mantenía leal a la política sionista de ambigüedad deliberada sobre su tenencia de armas nucleares, de modo que nunca ha afirmado si las tiene o no, pero exagentes israelíes han publicado informes acerca de la presencia de armamento de destrucción masiva en sus arsenales, corroborando que, para el Medio Oriente, Israel constituye la mayor amenaza.

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