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La Habana tiene que salvar a Cuba

10 de agosto de 2020

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En la ciudad se respira un caluroso aire enrarecido. El retroceso a la fase de transmisión autóctona limitada de la pandemia, nos avergüenza y nos compromete. No cumplimos, hay que reconocerlo.
Esta vez es La Habana la que tiene que salvar a Cuba y para ello, que sus habitantes asumamos con responsabilidad el papel que nos corresponde en medio del azote de un virus mortal.
En la «capital de todos los cubanos» convivimos personas de todo el territorio nacional. Desde cuando eran seis provincias hasta en décadas más recientes cuando se produjo la nueva división político- administrativa. Incluso desde mucho antes.
En La Habana no son suficientes los constructores y se traen de otras provincias para, unidos, levantar industrias, escuelas, viviendas, hoteles.
Hacen falta los policías para contribuir con el orden interior, incluyendo el cumplimiento de las leyes del tránsito y otras, y suman miles los llegados a la metrópoli, que han cumplido —y cumplen como ahora con la Covid-19— con la responsabilidad de quienes son hijos de Cuba y no de un pedazo de ella.
También vienen maestros, enfermeros, especialistas, cuadros consagrados al trabajo diario en bien de la nación.
Por eso nos avergüenza e irrita que mientras hay que traer personas de otras provincias cubanas, aquí, en la capital, veamos a cientos o miles que se empeñan en «vivir del cuento», a no trabajar.
Se sabe muy bien que La Habana, por su extensión y sus complejidades, requiere de un esfuerzo mancomunado para su diario accionar.
El pasado año, con motivo del 500 aniversario, la capital vistió de gala y celebró el esfuerzo conjunto que la llevó a lucir más bella. Se hizo más realidad aquello de la capital de todos los cubanos.
Pero La Habana no puede ser el terreno fértil para la actuación irresponsable, para las indisciplinas, para que los menos quieran imponer su marcada tendencia al irrespeto, a no cumplir con las medidas establecidas que salvan nuestras vidas, las de nuestras familias, compañeros, amigos…
La Habana tiene que dar una gran batida para que los vagos y vagas no sigan a la caza del turno para revender, el producto a robar, el engaño y el desvío de recursos, en fin, esos males que han crecido como la hierba mala y hay que arrancarlos de raíz.
Conversando con mi esposa —ella habanera y yo holguinero—, nos alegrábamos de la forma en que el control de la pandemia se había logrado en Santiago de Cuba, en la propia Holguín, o en la Villa Clara que en un primer momento estuvo muy comprometida por el número de casos; en la Isla —pequeña pero cumplidora de su responsabilidad por todos—, sean isleños o venidos de otras localidades.
Una vez más La Habana requiere de sus hijos, sean nacidos aquí o allá, para asumir, de manera responsable, quizás la más importante de sus tareas: cumplir para salvar vidas.
El constructor que levanta la obra de un hotel, venga de donde venga, tiene que actuar como cubano y desterrar la irresponsabilidad de no acatar las disposiciones adoptadas.
Nadie tiene derecho a adelantarse al momento de festejar, de celebraciones que comprometen, como ocurrió en la vecina Bauta, en la provincia de Artemisa y que propagó contagios por doquier.
Llegará el momento feliz de abrazarnos todos, de compartir con familiares y amigos, sin que se pongan en riesgo nuestras vidas.
Ni una fiesta alrededor de una piscina en La Lisa, ni violaciones del distanciamiento necesario en la vecina playa de Baracoa, pueden comprometer, con actitudes irresponsables, el trabajo de las instituciones de salud y el gobierno, que van encaminadas a cortar el contagio y evitar la propagación el virus.
Un bar, tenga o no el pésimo nombre de Qbolá, no puede ser parte de un foco irresponsable que transmitió el virus entre varios ciudadanos, sean o no de ese entorno.
Es hora de reflexionar y de accionar, porque no hacerlo ahora pudiera resultar tarde y peligroso.
Todas las miradas del país están puestas sobre La Habana. Todos queremos que la pandemia se controle en la capital para unirla al resto de las provincias, para que nuestros habitantes puedan cruzar el túnel libremente —y seguros—, o tomar la conocida 8 vías y enrumbar a visitar el familiar que hace meses no vemos, la playa que añoramos, o el convite postergado en casa de un amigo o compañero que nos espera.
Pensemos todos como país, y salvemos La Habana, que haciéndolo, estaremos contribuyendo a salvar a Cuba.
Los irresponsables, indisciplinados, infractores de leyes y normas, hay que enfrentarlos y no dejar que impongan su manera de actuar en una nación donde la inmensa mayoría cumple, es disciplinada y lo hace para salvar nuestras vidas.

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