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La farsa de las falsas

29 de julio de 2018

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Entre las maniobras que el imperialismo promueve para eliminar a líderes latinoamericanos que le son molestos, en primer plano está el montaje de la lucha contra la corrupción, cuyo resultado es realmente el dejar libre o congeladas las acciones contra los serviles ladrones de cuello blanco, y condenar de una forma u otra a quienes no lo son.

En esta estrategia montada por Estados Unidos contra líderes y gobiernos progresistas, el más renombrado es la falsa acusación de Luiz Inácio Lula da Silva, al que tratarán de mantener preso durante 12 años, con el fin de evitar que se postule y gane las venideras elecciones presidenciales brasileñas, en el que mantiene la preferencia popular, pese a la narrativa desinformativa de los medios de prensa al servicio de la oligarquía local y las trasnacionales.

Antes, el corrupto legislativo había logrado la deposición de la presidenta Dilma Rousseff en una situación similar, que fue abandonada luego por falta de pruebas, pero el daño ya estaba hecho.

En su país, la ex presidenta y hoy diputada Cristina Fernández ha tenido que enfrentar una situación parecida, y cuestiones de este tipo ya han hecho encerrar por seis años al ex vicepresidente de Ecuador Jorge Glass y se trata de hacer lo mismo con el ex mandatario de esa nación Rafael Correa.

Esto obedece a un plan montado desde la administración de Bush padre, que más que buscar el apoyo legislativo es controlar el poder judicial, con la captación de jueces por medio de organizaciones dependientes del Departamento norteamericano de Estado.

En este contexto, es fácil elucubrar que la denominada lucha contra la corrupción obedece a una estrategia política.

La periodista argentina Stella Calloni denunció que detrás del juicio y condena a Lula se busca destruirlo políticamente, porque representa un peligro para los nuevos intereses de Estados Unidos en la región, lo que hace recordar la declaración de honestos periodistas brasileños sobre el anterior complot que depuso a Rousseff:

“No podemos entregar el país en manos de conspiradores o políticos acusados ​​de diversos delitos. La sociedad brasileña no puede aceptar la injusticia de la condena de la Presidenta por los políticos que practicaban y practican los actos que presuntamente cometió la Presidenta de la República. No hay ninguna prueba del supuesto crimen de la Presidenta Dilma y el impeachment (juicio político) es un golpe, sin base legal, motivado por razones oportunistas y revanchistas”.

Y es que las élites brasileñas están dispuestas a todo para evitar que el Partido de los Trabajadores vuelva al gobierno y que la democracia se restaure. En este momento no se puede mirar hacia otro lado, ya que la cuestión ha traspasado ya el asunto de Lula y se ha convertido en una cuestión de democracia, que es lo que verdaderamente está en juego en Brasil.

Esta situación es muy preocupante en un país del tamaño y la relevancia política de Brasil, en un contexto regional donde las violaciones de los derechos humanos y el autoritarismo no para de crecer.

Por eso, para destruir la farsa de las falsas acusaciones contra políticos honestos, se requiere específicamente en el caso de Lula de una amplia movilización popular, que presione al gobierno de Temer para que las libertades democráticas y los derechos humanos estén plenamente asegurados en Brasil, sin dar margen al periodismo golpista y sus amos imperialistas.

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