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La enfermedad de Detroit

19 de julio de 2013

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Aunque en esta época de crisis sistémica del capitalismo cualquier cosa vale, confieso que la noticia de que la ciudad norteamericana de Detroit se acaba de declarar en bancarrota, me impresionó más que todo por conocer que es esa la cuna del desarrollo de la industria automotriz.
Dice la BBC que la deuda que obligó a que la urbe del estado de Michigan colapsara es algo superior a los 15 000 millones de dólares.
La crisis no es nueva ni para esa ni para ninguna otra ciudad o estado del país más rico del planeta. Hace solo dos años el gobierno federal tuvo que gastar nada menos que 89 000 millones de dólares para rescatar a las tres más emblemáticas marcas automovilísticas.
De acuerdo con lo que reflejan los despachos de prensa, para  Estados Unidos, el automóvil y la carretera siempre han sido símbolos de individualismo del libre mercado.
La situación crítica creada en todo el país y reflejada en lo que sucede hoy en Detroit llevó al gobernador del estado de Michigan, Rick Snyder, a designar a Kevyn Orr, según los especialistas un experto en bancarrotas corporativas, como director de emergencias de la ciudad, en lo que se considera la mayor toma de control por parte de un estado en una urbe importante de EE.UU.
El nuevo encargado tiene amplios poderes para rehacer contratos de trabajo, privatizar los servicios y vender los activos de la ciudad que se conoce como Motor City, por su gran desarrollo económico debido a la industria automotriz.
El caos ha sido tan grande que hoy en día Detroit cuenta solo con la mitad de la población de hace dos décadas y con una tasa de desempleo que es el doble del promedio nacional, mientras se incrementan la pobreza y la criminalidad.
En la historia más reciente se recoge que Detroit en 2009 estuvo a punto de colapsar, cuando la General Motors y la  Chrysler estaban al borde de la quiebra.
Se lamenta que los miles de solares y edificios vacíos la convierten en un lugar donde huecos fantasmagóricos y desoladores separan los espacios con vida y comercio, refleja BBC.
Si ese vacío pudiera llenarse, la ciudad dejaría de ilustrar el derrumbe industrial estadounidense, o de ser citada ejemplo de cómo una metrópolis próspera puede ser destruida sin necesidad de una guerra o una catástrofe natural, afirma otro despacho de prensa.
En resumen, la bancarrota que vive hoy Detroit símbolo de lo que fue la solida industria automovilística norteamericana, es el reflejo real de algo más complejo e irreversible: la enfermedad sistémica del capitalismo.

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