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La discreta Cumbre del Mar Caspio

2 de octubre de 2014

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En medio de otros variados temas internacionales, crisis, agresiones e incluso los discursos ante el plenario de la Asamblea General de la ONU, tuvo lugar en la ciudad rusa de Astraján -lejana Asia Central-, la cuarta reunión cumbre de jefes de Estado de naciones ribereñas de Mar Caspio. Otras tres se habían llevado a cabo anteriormente en Bakú (2010), Teherán (2007) y Asjabad (2002).

A medida que fueron acercándose al vasto y rico territorio de Asia Central ciertas convulsiones políticas y militares que conmovían el habitualmente apacible ambiente de aquellos parajes, donde prevalecen los creyentes de la religión islámica, los cuatro países ribereños del Mar Caspio -considerado el mayor lago de toda Asia, con 386 mil 400 kilómetros cuadrados de extensión-, un inmenso mar rodeado de costas por todas partes y contentivo de numerosos recursos minerales y combustible -entre ellos el 60 por ciento de las reservas mundiales de gas natural-, decidieron coordinar sus acciones.

Rusia, Irán, Kazajastán, Turkmenistán son cuatro países que rodean al rico ambicionado Caspio y no es de extrañar que, mediante una alianza pertinente y estratégica, se hayan puesto de acuerdo para defender sus respectivas soberanías sobre tamañas riquezas, así como las partes de uso común y las que se reparten entre los países implicados y cómo hacerlo, a manera de evitar definitivamente cualquier discrepancia con vistas al futuro.

En ese sentido, cada una de las Cumbres del Caspio ha contribuido a definir y a esclarecer, dentro de un ambiente de entendimiento y buena voluntad, los límites y prerrogativas de esas naciones involucradas por mandato inexcusable de la geografía y al que no pueden renunciar.

Esta cuarta Cumbre, sin embargo, tuvo particular importancia no solo por el momento en que se celebró -cuando Estados Unidos y la OTAN buscan extenderse a otros “oscuros rincones del mundo” y secuestrar sus riquezas-, sino por los acuerdos a que llegaron, incluido el exclusivo uso común por parte de los países ribereños del Caspio solamente, estableciendo los principios de delimitación de sus aguas y, por tanto, de sus recursos naturales y energéticos.

Este aspecto es esencial y de significación muy especial, pues  incluye el derecho a la presencia de fuerzas militares o navales en el Mar Caspio, que solamente corresponde y continúa correspondiendo a los países ribereños de ese gran mar-lago, excluyendo de manera explícita a cualquier intruso.

Si tenemos en cuenta las circunstancias internacionales en que se produce esta declaración, no es necesario gran sapiencia para adivinar que es un mensaje claramente dirigido a quienes -como Estados Unidos y sus socios de la OTAN- barren hoy arbitrariamente la soberanía y la independencia, desconociendo la Carte de la ONU y todo tipo de ley internacional que se les oponga.

Puede ser esa la razón que confirió a la Cumbre del Caspio una condición discreta en cuanto a los grandes medios de difusión.

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