La difícil reforma del consejo de seguridad
1 de octubre de 2024
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Como cada año, el inicio del período de sesiones de la Asamblea General de Naciones Unidas actualiza temas pendientes de la arena internacional que de vez en vez resultan más numerosos y apremiantes, como los que asoman para el período actual.
Uno de ellos -de larga data- tiene que ver con la reforma, ampliación y democratización del Consejo de Seguridad del organismo mundial, cuestión decisiva para el funcionamiento efectivo y oportuno de la ONU por ser un órgano cuyos acuerdos tienen carácter vinculante y de obligatorio cumplimiento por parte de los estados miembros.
La estructura y los reglamentos actuales conceden a los escasos cinco miembros permanentes el derecho y poder de veto, método que se considera paralizante y antidemocrático, establecido a partir de una situación mundial muy distinta a la actual, pues respondió al cuadro heredado de la Segunda Guerra Mundial y prevaleciente en aquellos momentos.
Mucho ha llovido desde entonces hasta llegar a una situación como la actual, caracterizada por el auge del multilateralismo, el declive de las ex metrópolis coloniales, el retroceso del dólar, la impugnable deuda externa, la multiplicidad de la integración en diversas regiones y el surgimiento de conflictos regionales simultáneos que amenazan la paz mundial con implicaciones incluso nucleares, de inminente peligro.
El Consejo de Seguridad en su estructura actual, y especialmente el derecho de veto, han sido utilizados sistemáticamente a lo largo de 79 años de Naciones Unidas por los gobiernos imperialistas de Estados Unidos para impedir la aprobación de resoluciones que consideran desfavorables a ellos o a algunos de sus socios como Israel y han provocado los efectos paralizantes que hoy padece el organismo mundial y no logran destrabarse, pies es este propio Consejo quien deberá hacerlo.
Estamos, por tanto, ante un círculo vicioso en que los diez miembros no permanentes elegidos y que forman parte del propio Consejo poco o nada pueden hacer para romper esa inercia reglamentaria que los condena a la inacción.
Los países del Tercer Mundo, representados en su mayoría por el Movimiento de Países No Alineados, han reclamado reiteradamente esas reformas y hasta ahora, aunque algunos dicen aceptarlas teóricamente, poco o nada se ha logrado en concreto.
Muchos esperan, sin embargo, que la urgencia y gravedad de las cuestiones que dentro del período actual de sesiones deben tratarse sirvan para dar un nuevo impulso hasta lograr materializar la importante reforma del Consejo de Seguridad.
Para la ONU, sería como una tabla de salvación.
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