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La conjura contra el nuevo MERCOSUR

26 de septiembre de 2016

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No olvidemos que cuando a comienzos de la década de los 90 los entonces gobiernos neoliberales de Argentina, Brasil, Uruguay y Paraguay decidieron crear el Mercado Común del Sur (MERCOSUR) lo hicieron con el objetivo proclamado de favorecer preferentemente las prácticas neoliberales en pleno auge en esos cuatro países y de paso contribuir a los bolsillos y la voracidad insaciable de las oligarquías locales y las grandes transnacionales allí asentadas.

Ese y no otro fue el origen del MERCOSUR, enmascarado en aparentes propósitos integracionistas pero que solo buscaban beneficiar –como hemos señalado–, a los explotadores de siempre bajo una fachada amable que sirviera para encubrir las citadas prácticas neoliberales.

De ese modo funcionó el MERCOSUR durante los años iniciales hasta que las transformaciones de gobierno y en algunos casos económicas y sociales comenzaron a llegar gradualmente a los diversos países sudamericanos, integrantes del Tratado de Asunción que le dio vida.

Como era de esperarse, el MERCOSUR no podía quedar ajeno a estos cambios y en su seno iban a reflejarse las posiciones de los nuevos gobiernos que lo integraban, al punto de que los contenidos neoliberales iniciales fueron dando paso a concepciones y proyectos alejados de esas prácticas y sin perder su esencia económica y comercial fue recibiendo el hálito social que esos gobiernos le insuflaban.

A pesar de todo, no fue sin luchas que se desarrolló ese proceso. Recordemos que la incorporación de Venezuela fue saboteada hasta el último momento en algunas instancias como el parlamento golpista de Paraguay. Sin embargo, la correlación de fuerzas gubernamentales prevalecientes en su interior derrotó esos intentos, vislumbrándose la posible incorporación de Bolivia y Ecuador.

Hoy los gobiernos antipopulares y neoliberales instaurados en Argentina y Paraguay, más el impresentable régimen golpista de Brasil buscan retrotraer al MERCOSUR a la superada etapa neoliberal y, de no ser así, posiblemente preferirían destruirlo de una vez.

Venezuela, sin embargo, es un fuerte obstáculo que actualmente se atraviesa en su camino y nada menos que desde la presidencia pro-témpore hasta fines de 2016. En el colmo del ridículo y la ignorancia esta “Santa Alianza” pretendió invocar el Tratado de Usuahia (Carta Democrática del MERCOSUR) y resultó que precisamente Venezuela es el único de los países miembros que lo ha ratificado.
La conjura contra el nuevo MERCOSUR está en marcha y deben seguirse sus pasos y maniobras sucias cuidadosamente. Ellas pudieran ser el primer paso o el “ensayo general” hacia los intentos por destruir otros mecanismos integracionistas latinoamericanos y caribeños recién establecidos, que se consideran incómodos e inoportunos por parte de las oligarquías locales, las grandes transnacionales y el imperialismo de Estados Unidos.

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