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La Carta de Almagro

3 de junio de 2016

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La Organización de Estados Americanos (OEA) no pasa de ser lo que siempre ha sido: una institución instalada en Estados Unidos, bajo la dirección de los gobiernos de Washington y a la que, en toda su funesta historia, han servido bufones de algún país de la región, encargados de cumplir los dictámenes de los anfitriones que, a la vez, son los que más dinero aportan para sustentarla.
El último de estos personeros es el actual secretario general de la OEA, Luis Almagro, un ex canciller uruguayo muy comprometido con cumplir lo que le ordenan quienes le pagan.
Su postura respecto a Venezuela ha sido verdaderamente calamitosa éticamente. Y, por supuesto, le ha tocado ahora a Caracas, pero puede suceder con cualquier otro país de la región donde haya interés imperial de derrocar gobiernos progresistas e instalar lacayos como los que hoy dirigen la Asamblea Nacional en Venezuela.
Ya en octubre del 2015, Almagro enseñó sus credenciales anti bolivarianas cuando fue capaz de reunirse con familias de terroristas venezolanos apresados por la justicia, como los cabecillas Leopoldo López, Antonio Ledezma y Daniel Ceballos.
Aquella reunión, con sesión de fotos y todo, tuvo su refugio en la propia sede de la OEA en Washington y, por supuesto, contó con el visto bueno de los anfitriones norteamericanos.
¿Qué buscaba Almagro entonces? Pues dar la señal a la oposición venezolana apropiada del Parlamento, de que con la OEA y su secretario general podían contar en todos los planes desestabilizadores contra el gobierno del presidente Nicolás Maduro y el pueblo.
Sería pecar de ingenuos pensar que el nuevo líder de la desprestigiada OEA no conocía de la sangre derramada en las calles venezolanas durante las guarismas realizadas bajo la conducción de Leopoldo López y sus secuaces.
¿Cuántos muertos costaron aquellos actos irresponsables que hoy se quieren repetir, aupados por los mismos personajes de una llamada oposición que ha declarado una verdadera guerra económica en medio de una crisis mundial por la caída del precio del petróleo?
Pero Almagro apuesta a más y para ello ha acudido a una obsoleta Carta Democrática, en la que la OEA puede abiertamente, llamar a una intervención militar foránea contra Venezuela.
Para llevar adelante sus planes, elaboró un abultado y contaminado informe de 132 páginas que debe ser discutido en una reunión del Consejo Permanente entre el 10 y 20 de junio.
El documento, recogido por BBC Mundo, señala una “alteración del orden constitucional” que afecta “el orden democrático de Venezuela”, según apreciación de Almagro, quien culpa de la actual crisis, no a los terroristas y llamados opositores interesados en acabar con un gobierno elegido democráticamente sino a ese propio gobierno y Presidente, víctimas de una conspiración interna y foránea.
La Carta que ahora Almagro evoca para arremeter contra el país bolivariano sugiere que “…otros poderes actúen si el Ejecutivo viola el proceso democrático”.
Y este párrafo contiene todo el veneno necesario para la conspiración de la OEA y la reacción interna venezolana. Cuando dice que “otros poderes actúen”, se está refiriendo explícitamente a la Asamblea Nacional bajo el mando de la oposición que se propone por todos los medios destruir la Revolución Bolivariana.
Y cuando habla de “si el Ejecutivo viola el proceso democrático”, se refiere lógicamente a la llamada democracia que pretende eliminar todos los planes sociales que exhibe Venezuela y que han sido conquistados durante los gobiernos de Chávez y Maduro; eliminar la salud gratuita y de alta calidad; privatizar las más de un millón de viviendas entregadas a los más necesitados de esa nación; echar abajo los planes educacionales que favorecen a millones de ciudadanos, entre ellos a cientos de miles de jóvenes que hoy se forman en las universidades del país.
Esa es la “democracia” de Almagro, la OEA, sus financistas norteamericanos y los terroristas internos que se amparan en una oposición apátrida que encabeza la Asamblea Nacional.

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