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La cárcel y su «caja de pandora»

30 de septiembre de 2019

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Cuando se produjeron los atentados terroristas en 2001, contra las Torres Gemelas, Estados Unidos abrió un abanico de opciones —todas militares— para intentar presentar ante el mundo otra cara diferente a la de la inoperancia de sus servicios de inteligencia y otros, que no fueron capaces de evitar aquella horrenda tragedia.

El presidente de entonces, George W. Bush, declaró la «guerra» contra el terrorismo —a su manera por supuesto— y todo lo que le «oliera» a árabe, lo tildaba como adversario.

La cacería de personas con rasgos moros se extendió por todo el mundo. Los servicios secretos fueron enviados a apresar a quienes consideraran terroristas y, de manera rápida y en vuelos clandestinos, fueron enviados a centros de torturas creados en varios países.

Uno de esos campos de concentración ha sido y sigue siendo la ilegal cárcel en que han convertido la también ilegal base militar que tienen abierta en el usurpado territorio de Guantánamo, Cuba.

En esa instalación, adonde llegaron a encerrar a unas 700  personas, todas sin acusación previa y por tanto sin dato confirmado de ser causantes de algún hecho terrorista, se cometieron las más bárbaras torturas y no pocos reos murieron o se privaron de la vida al no resistir tanto maltrato.

De acuerdo con datos suministrados a la prensa, Washington ha gastado más de 6 000 millones de dólares desde la apertura de la cárcel hace 18 años, lo que implica un gasto promedio de 380 millones por año.

Informes relacionados con el costo de esta ilegal instalación, reflejan que Estados Unidos gasta anualmente un promedio de  unos 2,7 millones por cada preso.

Hoy, solo quedan allí  40 detenidos, la mayoría de ellos sin acusación alguna a pesar de tener 15 años en el lugar. Actualmente, unos 1.800 soldados y más de 300 llamados contratistas trabajan en el penal de Guantánamo, lo que equivale a 45 guardias por cada prisionero.

No obstante, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump firmó en 2018 una orden para mantener la cárcel abierta de forma indefinida.

Los que han pasado por allí o aún se mantienen, no son considerados por Washington como prisioneros de guerra, para de esa forma mantenerlos en un status donde el gobierno estadounidense no tiene que cumplir con las convenciones internacionales, lo que le permite —según su propia interpretación— «tenerlos indefinidamente presos, sin juicio y sin derecho a una representación legal», dice un reporte de BBC Mundo.

Refiere dicha agencia que en 2014, el Comité de Inteligencia del Senado reveló que la prisión de Guantánamo era parte de un «programa de detención secreta indefinida», en el que se hacía uso de violentos métodos de tortura.

Un ejemplo de lo que allí sucede es que, el limbo legal en el que se encuentran estos presos no les permite siquiera que sean trasladados a territorio de Estados Unidos, aunque se presente con algunos de ellos una emergencia sanitaria.

De acuerdo con especialistas,  al mantener a los reos en Guantánamo, Washington se libra de tener que destapar una caja de Pandora: la de los «abusos»  que sufrieron estos seres humanos en los centros de detención ocultos de la CIA.

Se estima que «mientras estas personas estén detenidas en Guantánamo, la información sobre su tortura no será revelada. Ese es el principal interés del gobierno y por lo que paga para mantener la cárcel: evitar la divulgación sobre los casos de tortura, evitar que el mundo sepa exactamente qué les sucedió a estos hombres, dónde les sucedió y quién es el responsable».

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