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La añoranza del colonialismo

13 de octubre de 2021

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Al cumplirse los aniversarios del Grito de Dolores y de la independencia de México, el presidente Andrés López Obrador reiteró en un mensaje conmemorativo que tanto el actual Reino de España como el Vaticano estaban aún en deuda con ese pueblo y los demás de América, que no solo fueron colonizados sino que fueron criminalmente tratados y sumidos en la esclavitud, y que debían siquiera pedir perdón por esa actuación.

La Comunidad del Caribe (CARICOM) ha hecho lo mismo desde hace varios años y solicitado –hasta ahora sin lograrlo– que la Corona inglesa no solo pida perdón por sus desmanes coloniales sino que también recompense materialmente mediante resarcimiento a esos pequeños dominios, la mayor parte de ellos insulares.

Ambas solicitudes son enteramente justas y dentro de la lógica histórica, no resultarían nada extraordinarias puesto que ya existían antecedentes públicos semejantes de ese tipo de comportamiento, como cuando Willi Brandt, en nombre del pueblo alemán, pidió perdón por el holocausto de los judíos.

En este caso, el Papa Francisco, con humildad cristiana, envió ya al presidente mexicano un mensaje de respuesta, contentivo del perdón solicitado y ello fue dado a conocer personalmente por el presidente de la Conferencia de Obispos Católicos de México, de forma que enaltece a esa institución religiosa en el seno de un país donde sus relaciones con el Estado no han sido fáciles en épocas anteriores.

Resulta, sin embargo, que en la España de hoy han aparecido adoradores del colonialismo y de sus prácticas más salvajes como la esclavitud de los seres humanos –para no hablar de la independencia y la soberanía entre otros atributos– llenando de insultos e improperios al presidente mexicano por haber sostenido con firmeza esa solicitud que tanto alivio, al menos histórico, representaría para un pueblo que fue masacrado inmisericorde y cuyas riquezas fueron saqueadas y llevadas a la Europa conquistadora, edificando los imperios coloniales de la época.

No es de extrañar que dos apologistas y servidores actuales del imperialismo norteamericano se encuentren en la lista de adoradores del viejo colonialismo y sus métodos depredadores: son sujetos como José María Aznar o Mario Vargas Llosa. El primero de ellos, por ejemplo, recomendó el bombardeo contra la población civil de Belgrado por parte de la OTAN durante la agresión  y desintegración de Yugoslavia.

Pero la historia no pasa página definitivamente. Perdona pero no olvida. Es lástima que un Premio Nobel de Literatura se afilie a las filas de la barbarie, haciendo caso omiso a los valores que un día supuestamente lo llevaron hasta ese honroso galardón.

Estos que sienten añoranza por el viejo colonialismo y se disfrazan en la actualidad con el ropaje camuflado del imperialismo norteamericano no engañan a nadie: son una y la misma cosa.

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