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La agonía de la OEA

1 de julio de 2019

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El más grotesco y bochornoso espectáculo acaba de ofrecer la titulada Organización de Estados Americanos (OEA) en una Asamblea General, efectuada no casualmente en Medellín, Colombia, donde quedó evidenciada su agonía y más absoluto desprestigio.

Por encima de cualquier otra consideración, se hizo evidente que la actual OEA –conducida por Luis Almagro y sus amos yanquis– hizo trizas su propia Carta Constitutiva, a la sombra de la cual tantas fechorías cometió, y con ello dio el puntillazo final al sarcófago de la OEA, que de este modo queda sepultada con muchas penas y ninguna gloria.

No pocos fueron los países latinoamericanos y caribeños que allí mismo se rebelaron contra la conjura imperialista que pretende adjudicar la representación de Venezuela –país que ya hizo valer su retiro del despreciable engendro– a un enviado apócrifo del autoproclamado y corrupto Juan Guaidó, un gobernante caricaturesco y ficticio designado por la Administración Trump para, supuestamente, sustituir al actual gobierno constitucional de Venezuela.

Lo más notorio, como ya señalamos, es que la conjura destruye todas las bases jurídicas y normativas de la propia OEA, convirtiéndola como nunca antes en un rehén del gobierno imperialista de Estados Unidos al cual obedecen ciegamente algunos lacayos que allí se sientan.

Salvando la dignidad de América y de ellos mismos, alzaron su voz los representantes de México, Bolivia, Nicaragua y la Comunidad del Caribe (CARICOM) como Antigua y Barbuda, San Vicente y las Granadinas, Granada, Dominica y Surinam.

El representante de Uruguay, Ariel Bergamino, abandonó la sesión indignado y denunciando en nombre de su gobierno la ilegalidad y la infamia. No es de extrañar, en este caso, la firme actitud de Uruguay, que tiene viejas cuentas pendientes con Almagro, triplemente traidor a América, a su patria uruguaya y al Frente Amplio que lo expulsó de sus filas deshonrosamente.

El lado positivo de todas esta farsa, sin embargo, es que la OEA queda desnuda y desprestigiada sobre sí misma; no hizo falta siquiera que nadie la condenara pues bajó a la fosa de la mano de quienes se han apoderado de ella para llevarla a la destrucción tras larga agonía.

Si hacemos una comparación con otras organizaciones regionales que se desempeñan en el escenario mundial como la Asociación de Naciones del Sureste Asiático (ASEAN) o la Unión Africana (UA), notamos claramente las diferencias de esas entidades integracionistas y defensoras de la soberanía nacional de sus miembros con respecto a la infame OEA, herramienta oxidada del imperio yanqui.

Sabia, premonitora y digna fue la decisión del Gobierno Revolucionario de Cuba de no regresar jamás al agónico engendro. También lo ha sido la decisión del Gobierno Bolivariano de Venezuela de retirarse para siempre. Ellos abrieron un camino que, tarde o temprano, otros recorrerán.

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