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¿Justos “justicieros”?

19 de julio de 2016

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Si en una muy reciente película norteamericana presentada por nuestra televisión se presenta al personaje interpretado por John Travolta como un individuo que tiene que hacer justicia por sí mismo para vengar el asesinato de su esposa y destruir, de paso, un engranaje corrupto que incluye al gobernador de un estado norteamericano, ¿cuántos habría que buscar para saldar tanta injustica irresuelta legalmente en el propio Estados Unidos y la que este ocasiona en el resto del mundo?
Minuto a minuto la violencia que corroe a la sociedad estadounidense impide la formación de generaciones que busquen la paz y dejen a un lado lo superfluo y la ignorancia.
Hace seis años una encuesta entre los jóvenes que se preparaban para ingresar a las universidades reveló que la inmensa mayoría creía que Bethoven era un perro, y no hace mucho otra presentaba a tal juventud ignorante de la destrucción, la muerte y el hambre que ocasionan las agresiones de su país, mostrándose más interesada en ser rica y esbelta.
No hay que extrañarse que surjan tales individuos del caldo de cultivo que EE.UU. provoca con sus justificaciones para provocar guerras, invasiones, intervenciones, medidas de seguridad internas y torturas casi siempre en nombre de la libertad y los derechos humanos.
Pero las amenazas internas son generalmente más peligrosas, y las medidas que se toman inopinadamente para reprimirlas provocan el surgimiento de más “justicieros”, uno de los cuales acaba de asesinar a cinco policías en venganza por tantas muertes injustificadas de afronorteamericanos, probadas gráficamente, sin que se tomen medidas adecuadas para frenarlos.
En este contexto, internacionalmente, la Agencia Central de Inteligencia se muestra como “justiciera”, al asegurar que AlQaeda y otros grupos terroristas son patrocinados por Yemen, hoy virtualmente devastado por Arabia Saudita, al amparo militar de Estados Unidos y Gran Bretaña.
Mientras, se trata de pasar por alto que documentos desclasificados hace unos días revelan que la propia Arabia Saudita estuvo embarrada más de lo que se creía en los ataques a las Torres Gemelas neoyorquinas el 11 de septiembre del 2001, que causaron más de 3 000 muertes –ninguna de ejecutivos estadounidenses e israelíes, que tenían sus oficinas allí–, y el pretexto para agresiones e invasiones a Afganistán e Iraq.
En ese espíritu “justiciero” para ocultar lo que se quiere ocultar, antiguos y nuevos integrantes de los dos más recientes regímenes afganos han sido sindicados como agentes de la CIA que están relacionados con todo tipo de corrupción, como el de la cada vez mayor extendida plantación de amapola, que ha hecho que la paupérrima nación centroasiática se mantenga como la principal productora de heroína. Son tristemente famosas las fotografías de “marines” cuidando tales sembrados.
En medio de todas estas guerras abiertas y camufladas aparece el fantasma del aumento del suicidio en las filas ocupantes castrenses; pero no solo entre quienes se encuentran en el exterior, sino también entre quienes regresan traumatizados de los frentes de las guerras impuestas a pueblos ubicados a miles de kilómetros de distancia.
Por eso, nada de extraño es el surgimiento de nuevos “justicieros”, justos o no.

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