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Jugada sencilla, pero irresponsable

14 de septiembre de 2017

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Parece una competencia cuya meta puede ser el apocalipsis.

Se juega con fuego, en este caso atómico, y las salidas planteadas, al menos mediáticamente, lejos de apagar la candela, le echan más leña.

Nada justifica que se incentiven las pruebas nucleares y mucho menos que se amenace con ese tipo de armas.

Pero nada justifica también, que se hagan maniobras provocativas en las mismas fronteras coreanas, que se impongan sanciones asfixiantes contra ese pueblo y que se armen a los vecinos en franco reto militar.

En este ir y venir al borde de la hoguera, el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, anunció que permitirá la venta de “equipo militar altamente sofisticado” a Japón y a Corea del Sur, países vecinos de la República Popular Democrática de Corea.

En el siguiente párrafo, aparecido en Twitter y escrito por Trump, se refleja la verdadera cara de la moneda en cuanto a Corea del Norte: “Voy a permitir a Japón y a Corea del Sur comprar una cantidad sustancialmente mayor de equipos militares altamente sofisticados de Estados Unidos”,

Clarísimo todo. El amor imperial va a “permitir” que dos gobiernos de la región asiática “compren armas norteamericanas altamente sofisticadas”.

Una vez más, el Complejo Militar Industrial estadounidense bate palmas y se vanagloria de que el mandatario haga de la guerra, un verdadero negocio.

A este anuncio, súmese la participación de fuerzas armadas y medios militares de Estados Unidos en las maniobras conjuntas con fuego real, que incluye despliegue de portaviones de propulsión nuclear en aguas próximas a la península coreana.

Ahora bien, tendrá que ver todo esto con la política de “calentar” varias zonas de conflicto a la vez. Será que el gobierno estadounidense se ha propuesto hacer reversible todo lo que pudo haberse avanzado en las relaciones entre naciones, en primer lugar con respecto a Rusia y China.

Corea del Norte ha sido siempre un asunto llevado y traído por las administraciones de Estados Unidos. Unas veces para hacer más inestable esa importante región, otras, como ahora, para armar con modernos equipos letales a los aliados en la zona.

Otro objetivo es desviar la atención de lo que ocurre en Siria, donde la aviación encabezada por la norteamericana y otros países cófrades, bombardea zonas del ejército sirio, escuelas, poblados y otros, y donde mueren ametrallados por esas bombas decenas de niños, ancianos y militares sirios.

Todo indica que Washington emprende esas acciones con  fines mediáticos, para hacer creer al mundo que están combatiendo al terrorismo, cuando en realidad pretenden proteger a terroristas del grupo Al Nusra perseguidos y sitiados por las fuerzas armadas sirias y la aviación rusa.

Corea del Norte es una pieza más dentro del ajedrez geopolítico estadounidense. Y todas las acciones, que quizás nunca lleguen a una guerra nuclear, son rasgos de una prepotencia que pretende —con amenazas, sanciones y guerras— gobernar a un mundo que desde hace mucho tiempo se ha hecho ingobernable.

Es una jugada sencilla, pero bastante irresponsable, que ahora  alienta Donald Trump.

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