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Iraq, después de Afganistán

12 de agosto de 2021

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El presidente de Estados Unidos, Joe Biden, reiteró que, tras la salida de las tropas norteamericanas de Afganistán, comenzará el retorno de las que aún quedan en Iraq antes de que finalice el año, aunque no especificó si proseguirá la intervención de la aviación como está ocurriendo en tierras afganas, contra las capitales provinciales que van ocupando los insurgentes talibanes.

Bush reconoció que fue un error suyo haber apoyado la invasión a Iraq, culpó a Bush del entuerto y dio a entrever que EE.UU., no se irá de la región, ya que trasladará la base de Ain al-Asad a Jordania, porque la ven como una mejor ubicación para la seguridad de Israel, especialmente en el campo de la interceptación de misiles, mientras que la de Al-Herir será ubicada en Kuwait.

Washington busca presentar el acuerdo recientemente anunciado en Bagdad como un “logro”, al transformar la misión de sus fuerzas en Iraq en una “asesoría-entrenamiento” a pedido de Bagdad, lo que significa participar en la configuración del futuro de este país, después de una serie de decepciones que ha recibido Estados Unidos, ya sea en Afganistán o incluso en el propio Iraq tras su huida en el 2011, o también en Siria.

Actualmente, hay 2 500 soldados estadounidenses en Iraq, lejos de los 170 000 que había en el 2007 después de la invasión ordenada por el presidente George W. Bush bajo el pretexto, demostrado falso, de que Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva. Una parte se quedará en el país para hacer frente, aunque en principio con otro papel diferente, a las amenazas militares, entre las que se incluyen las milicias chiíes aliadas con Irán, que en los últimos meses han redoblado los ataques contra las tropas estadounidenses.

El acuerdo ha supuesto un espaldarazo para el presidente Al Azema, quien confía en celebrar las elecciones en octubre para elegir al Parlamento del que saldrán el futuro presidente y primer ministro. Este movimiento coordinado con su homólogo estadounidense le permite ganar posiciones sobre las facciones políticas chiíes, que se han posicionado de manera firme contra la presencia de EE.UU. en el país.

“Nuestra nación ahora es más fuerte que nunca”, ha afirmado el dirigente iraquí, quien asumió el cargo en mayo del 2020 después de que su predecesor, Abdel Abdelmahdi, dimitiera en noviembre del 2019 en medio de violentas protestas en todo Iraq, en las que murieron alrededor de 600 manifestantes por la represión policial.

El rechazo a la presencia de Washington en Iraq creció después de que Trump ordenara en enero del 2020 el asesinato del general iraní Qasem Soleimaní en un ataque cerca del aeropuerto de Bagdad, que grupos chiíes iraquíes consideraron como una violación de la soberanía de su país. Tras este ataque, el Parlamento iraquí aprobó una resolución para exigir al Ejecutivo la salida de las tropas. Pese a carecer de poder vinculante, el mensaje era claro.

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