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Invitación a Ginebra

14 de enero de 2014

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Con gélidas temperaturas propias del invierno suizo, Ginebra será anfitriona el próximo 22 de enero de una Conferencia que debe sintetizar un esfuerzo global para encontrar la paz en Siria.
Si la razón impera en el cónclave, tanto las grandes potencias como los otros involucrados y el país afectado por la guerra —gobierno y oposición— deben dejar fuera del recinto de la cita toda prepotencia foránea, así como buscar formas de allanar diferencias internas a través del diálogo y la negociación, nunca con la guerra.
A poco más de una semana y ya con las invitaciones cursadas por el secretario general de la ONU Ban Ki Moon a los involucrados en la cita, todavía una buena cantidad de incertidumbre rodea, tanto el contenido de la Conferencia como sus posibles resultados.
Y es que resulta muy difícil ser juez y parte en un tema tan sensible. Si Occidente ha aupado y todavía hoy brinda apoyo a los grupos armados que combaten al gobierno sirio, resulta más complicado hallar una solución porque, en primera y última instancia, a lo que juega Estados Unidos y sus seguidores es a un estado sirio sin la presencia del mandatario actual, Bashar Al Assad.
La ONU, por otra parte, aunque interesada en el fin de la guerra, se ha mostrado bastante ambigua a la hora de llevar su deseo a la práctica.
No olvidar que el poder de Veto en el Consejo de Seguridad de la ONU, usado fundamentalmente por Estados Unidos, es una muestra de la existencia de mecanismos anacrónicos muy alejados de ser verdaderamente representativos de los más de 190 estados que conforman la Asamblea General.
Sin embargo, en ese propio organismo nunca se ha podido llevar adelante, con resoluciones claras, los deseos de la mayoría de la humanidad para que termine el genocidio israelí contra las poblaciones palestinas; o para que el propio Israel permita que se investiguen sus instalaciones nucleares, entre otros aspectos.
Siempre, cuando se ha intentado algo de esto, la mano alzada del delegado de Estados Unidos ha vetado todo deseo de al menos amonestar al régimen de Tel Aviv.
Ginebra II, tiene además otro gran enemigo: la llamada oposición interna siria que aun hoy no tiene una posición común y clara y en algunos de los grupos que la integran ni siquiera se acepta participar en esa reunión.
Con una postura diferente y en mi opinión muy inteligente, el gobierno de Al Assad ha aceptado el reto de enfrentarse a grupos armados, en muchos casos de Al Qaeda, mercenarios y otros financiados y armados desde el exterior.
Fue valiente también la posición gubernamental de Damasco de desmantelar todo su arsenal químico, sabiendo la comunidad internacional que fueron grupos opositores armados los que usaron ese tipo de armas contra la población civil de la nación árabe.
Del lado positivo de Ginebra II ha estado la determinación firme del gobierno ruso que, tanto dentro del Consejo de Seguridad como en otros foros ha advertido contra los verdaderos culpables de que la situación siria se haya complicado y más aún sobre la posibilidad de que elementos adversos hagan abortar la Conferencia de Ginebra II.
Un actor de mucha importancia en la región y que, en mi opinión debió ser invitado de primer orden, es el gobierno de la República Islámica de Irán. Sin embargo, por los propios intereses políticos occidentales y la influencia que ejercen en la ONU, Irán no ha sido convidado.
Una última posibilidad es que en la reunión preparatoria previa a la Conferencia se decida otra cosa respecto a la participación iraní, aunque el tema principal en esta ocasión es saber si ya la oposición adoptó algún acuerdo respecto a la composición de su delegación.
Ese es el clima que hoy se aprecia respecto a Ginebra II, una conferencia en la cual debe predominar la sensatez y los deseos de paz que conduzcan a detener una guerra que ya cuenta los muertos por decenas de miles y las cuantiosas destrucciones materiales exhiben al mundo un país casi destruido.

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