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Intríngulis de la «otra» Bolivia

30 de enero de 2020

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Quizás ha sido Bolivia, en las últimas décadas, el país donde un «viraje» radical en su política ha hecho de la nación una especie de «experimento opositor», cuya brújula apunta hacia un destino incierto, como se ha visto en estos dos meses luego del golpe de estado contra Evo Morales.

Pero el intríngulis de esa otra Bolivia, va más allá de sus fronteras y se percibe como una receta de algo muy de moda —el neoliberalismo— para acabar con los programas sociales que benefician a los pueblos.

Estados Unidos y la OEA  se encargaron del libreto y la dirección del golpe. Unas fuerzas armadas y una policía «penetradas» por quienes —en el primero de los casos— les enseñaron la especialidad de tumbar gobiernos desde la Escuela de las Américas y otros centros de conspiración estadounidenses, más el dinero concedido y otras promesas, fueron suficientes para abortar al gobierno progresista de Evo.

A la hora de aplicar el guión citado, esa misma policía y los militares que no salieron a defender a Evo cuando se fraguaba la asonada golpista, una vez consumado el hecho, sacaron fusiles, tanques y demás medios y arremetieron contra la población indígena que protestaba masivamente.

Decenas de muertos, cientos de heridos, persecución y cacería de brujas contra dirigentes y militantes del MAS, constituyeron los primeros resultados.

Dos meses después, la autoproclamada presidenta de facto, Jeanine Añez, lanzó su candidatura para la presidencia del país y hasta disolvió el gobierno creado un mes antes.

Menos mediáticos, los opositores Carlos Mesa, candidato que quedó en segundo lugar en los comicios donde Evo fue reelecto presidente, y  Luis Fernando Camacho Vaca, presidente del Comité Cívico de Santa Cruz, que encabezó el golpe contra Evo, forman parte también de esa oposición que pretende ahora, por las urnas, arrancar la supremacía del partido MAS, que, según todas las encuestas son los favoritos.

Como vemos, se trata de una oposición dividida, sin un programa para devolver la tranquilidad ciudadana al país, y, en el caso de Añez y Camacho, bastante improvisados como para sustentar las riendas de la nación.

El MAS por su parte, conformó su binomio electoral compuesto por el ex ministro de Economía, Luis Arce, y el ex canciller David Choquehuanca.

Arce, desde el exilio, acaba de viajar a Bolivia, donde fue recibido con manifestaciones populares de apoyo.

La propuesta de ambos aspirantes surgió de una reunión en Argentina de Evo Morales con algunos representantes de su partido que viajaron desde Bolivia.

En el caso de Arce, se le considera como el arquitecto de la política económica que durante los gobiernos de Evo llevaron a Bolivia a un verdadero despegue, muy superior al de otros países de la región.

Y Choquehuanca, por ser indígena y haber mostrado su prestigio durante los cargos que ocupó en el gobierno de Morales, podría hacer un binomio que aglutine lo mismo a indígenas, que a obreros y hasta componentes de la clase media boliviana beneficiados por el programa de desarrollo económico bajo la guía de Luis Arce.

Ese, en mi opinión, es el intríngulis de la otra Bolivia, la nación que dos meses después del golpe de estado, se debate entre la corriente opositora, de quienes quieren abolir todo vestigio de progreso social logrado durante los gobiernos de Evo Morales, y quienes, se proponen reconquistar los programas sociales y la dignidad política, en las venideras elecciones.

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