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Integración, por sobre todas las cosas

2 de octubre de 2013

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Por estos tiempos leemos constantemente de cómo algunos gobiernos de nuestro continente confían ciegamente en un tratado de libre comercio con Estados Unidos para un desarrollo que, aunque relativamente eficaz en la macroeconomía, acentúa las diferencias sociales y son incapaces de evitar el deterioro de la situación de los derechos humanos.
Ejemplos hay unos cuantos, como México y Costa Rica, el primero en medio de una maniobra gubernamental para entregar el petróleo, lo único netamente nacional, a por lo menos tres empresas norteamericanas, una de ellas (¡imagínense!) Chevron, de larga historia bandidesca en cada lugar donde se posa.
En el caso de San José, es proverbial la inoperancia de la al parecer carismática Chinchilla, a quien manejan por trasmano todo lo peor de la falsa democracia al estilo occidental costarricense.
Y es que los tratados de libre comercio con Washington constituyen las principales correas de transmisión de la crisis económica y financiera incoada oficialmente desde el 2008 por Estados Unidos, y sus firmantes latinoamericanos están recibiendo la exportación de las consecuencias de las negligencias cometidas por el centro del capitalismo mundial y su política neoliberal.
Es un tema redundante al que hay que volver a recurrir, porque la actual crisis financiera está considerada como la más intensa y profunda desde la depresión de la década de los años 30 en el pasado siglo, al que algunos importantes estudiosos consideran –pero en lo que no estoy de acuerdo- es el capítulo final del neoliberalismo como política económica y del papel preponderante del mercado y su ley ciega como regulador.
Señalan que se impone la actuación del Estado en la conducción de los hilos que conduzcan con armonía las actividades de las finanzas y la producción de bienes materiales, lo cual sería ideal, si no fuera porque el propio imperialismo norteamericano lo impide con su política de guerra para mantener el chantaje nuclear contra los pueblos, además de alimentar una economía que vive principalmente de la industria bélica.
No importa que la mayor parte de sus empresas hayan llevado sus fábricas al exterior para abaratar la mano de obra -aumentando el desempleo local-, si las principales tienen montada toda una lujosa parafernalia de destrucción y muerte.
La cuestión es ponerle el cascabel al gato, es decir, llegar a un nuevo orden económico y financiero del planeta, que elimine por inoperantes al Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial.
Ello conllevaría la renuncia a la especulación como instrumento comercial, tomando en cuenta de que ha sido la causa de la creación de burbujas de valores ficticios, cuya explosión constituye la esencia de la actual crisis.
Se ha repetido infinidad de veces, pero aún no hay fórmula para que el dólar no continúe como moneda preponderante en la cotización de los mercados internacionales, aunque quizás pueda ser sustituido por una canasta de monedas o alguna otra fórmula que impida la influencia de una crisis sobre todos los países. Ejemplos interesantes los da el grupo BRICS, cuyos integrantes -Brasil, Rusia, la India, China y Sudáfrica- han realizado importantes transacciones sin utilizar la moneda estadounidense.
De todas maneras, aunque se logre lo anterior, ello no deja de mostrar el carácter destructivo del capitalismo, como sistema, cuyas crisis cíclicas dejan en la inseguridad a la gran mayoría de los habitantes del planeta.
Y volviendo al principio de este trabajo breve e inconcluso, la esclavitud que representa a la larga esos tratados de libre comercio con Estados Unidos (que convierte a los débiles en importadores de productos de los que solían autoabastecerse y hasta exportar), hace que la integración se reafirme como una necesidad para la supervivencia, además de consideraciones culturales, sociales y políticas.
Y es que hay que repetir y hacer entender, aunque parezca de Perogrullo, que solo los países del continente que están unidos en los pactos regionales, están en ventaja para enfrentar la actual crisis.

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