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Inquietudes en Alemania

4 de diciembre de 2017

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Alemania fue sin dudas uno de los países europeos de mayor estabilidad política en los últimos tiempos. Ello le permitió, entre otras cosas, no ser de los más sufridos en la crisis económica mundial del 2008 que golpeó con dureza a algunos de sus vecinos en el Viejo Continente, sostenerse y posteriormente crecer lo suficiente como para convertirse en la llamada “locomotora económica de Europa”.

Ha sido, junto con Francia, la cabeza visible y más relevante de la Unión Europea, no solo en la económico sino también por su participación en aventuras internacionales como en Afganistán y el Medio Oriente, en las que aún participa, aunque con menos entusiasmo que al inicio.

Su papel dentro de la OTAN es, por tanto, de cierta importancia, aun cuando ese pacto militar responde a los jefes estadounidenses que, según mandan sus estatutos, ocupan el Comando Supremo. En Alemania tiene Estados Unidos sus más importantes bases militares en Europa y desde allí dirigen también sus operaciones en África.

Hay razones suficientes para que cualquier discrepancia o desavenencia temporal entre ambos gobiernos constituya motivo de preocupación en las dos orillas del Atlántico pues hay una evidente interdependencia en numerosos aspectos de la relación.

Ello ocurrió, por ejemplo, cuando los recientes intercambios entre la canciller Ángela Merkel y el presidente Donald Trump. Quienes llegaron casi hasta el insulto cuando sus puntos de vista chocaron frontalmente en temas como la emigración, el intercambio comercial y las sanciones contra Rusia.

La inquietud que se ha apoderado de Alemania en estos momentos tiene más que ver con factores de política interna, aunque no pueden desconocerse totalmente las influencias exteriores que siempre juegan un papel.

Su origen está en los resultados de las recientes elecciones generales que, en el caso alemán como en el de otros países europeos, determinan la integración del gobierno según la mayoría o minoría se expresen en el seno del Parlamento.

En las citadas elecciones aunque la coalición gubernamental alcanzó el primer lugar en número de votos, los partidos que la forman concurrieron por separado a las urnas y ello motivó que la Democracia Cristiana (de Ángela Merkel) no lograse la mayoría absoluta necesaria para formar el nuevo gobierno.

Se hizo necesaria entonces la búsqueda de alianzas y entre ellas la alianza con la social democracia (SPD) es la más importante y decisiva. Hasta el momento, los socialdemócratas aparecen reticentes y dudosos a repetir la coalición de gobierno que ha conducido al país en los últimos años.

La Canciller ha amenazado con convocar a nuevas elecciones si finalmente no logra instalar un gobierno de mayoría suficiente que le permita gobernar con holgura como hasta ahora.

El hecho cierto es que Alemania, la “locomotora económica de Europa”, vive momentos de inquietud política que la alejan de la tranquilidad precedente y cuyas consecuencias son aún imprecisas.

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