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Injusto e irreparable

23 de febrero de 2021

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La noticia de la muerte del último integrante de la etnia indígena juma, a causa de la pandemia dela COVD-19 debe haber regocijado a Jair Bolsonaro, el sátrapa gobernante en Brasil, cuya desatención a la pandemia se ha convertido en otra de sus armas para eliminar a una raza que considera inferior y molesta para sus planes de entregar la Amazonía a los explotadores agroindustriales.

Tomos llevarían los relatos sobre el asesinato colectivo de los habitantes originarios de este continente, siempre con falsos pretextos, y el principal afán de apoderarse de sus tierras y riquezas. ¿Los sobrevivientes? Pues se trató de convertirlos en obra de mano barata para diversos fines, incluso como instrumentos de muerte para sus iguales.

Así ocurrió desde que los colonialistas españoles pusieron el pie en el centro y sur de América y con los primeros “pilgrims”, que hicieron lo propio en el norte. Si en algo no mienten, aunque lo tergiversan, son esos “westerns” que realzan incluso al principal autor del virtual exterminio de los nobles búfalos, y con ello también de los indios.

Y es que los colonizadores quisieron construir lo que llamaban el territorio de la libertad sobre los restos de uno de los mayores genocidios de la historia contemporánea, porque la matanza sistemática de los pueblos indios norteamericanos nunca alcanzó dimensiones semejantes en otro lugar del continente.

Todos los tratados firmados con los indios norteamericanos fueron rotos, y los sucesivos gobiernos de Washington impulsaron la marginación y el exterminio de la población indígena. La carnicería de 1890 contra un campamento sioux, donde las tropas de caballería asesinaron a casi doscientas personas, entre ellas mujeres y niños, es una prueba, y hubo muchas. Hoy, los pocos indios que sobreviven en infames reservas tienen en su mirada la acusación constante contra el hombre blanco. No recuerdo condena especial contra algún gobierno norteamericano al respecto. Ni antes ni ahora; en tanto, tratan de ahogar su cultura en un mar de alcohol.

 

INOCULTABLE

Así venden una propaganda que no puede ocultar por estos días nuevas acciones contra los habitantes autóctonos en otras partes del continente.

Naciones Unidas condenar hace algunos años dos matanzas de indígenas awa en Colombia, una de ellas en un caserío cercano a la frontera con Ecuador. La senadora Piedad Córdoba dijo que, en esa cuestión, así como en la de la compra por el Estado de tierras a los habitantes originarios del Cauca, se busca el fin de las protestas y su desplazamiento para entregar unos cinco millones de hectáreas de buenas tierras a empresas que tienen proyectos de cultivos de palma africana y maíz y la producción de biocombustibles.

Es decir, un millón 300 000 indígenas están en peligro por el potencial que poseen, y al decir de la legisladora colombiana, la ambición de los poderosos hace víctimas a pueblos que hace siglos ya sufrieron con la colonización europea, y ahora reviven la pesadilla de quedarse sin sus casas.

Hace unos días más de 50 indígenas perecieron a manos de la policía, cuando protestaban para defender sus tierras en la localidad de Bagua, en la selva amazónica del norte del Perú, la cual fue sometida a toque de queda y férreamente militarizada.

Las autoridades peruanas, además de minimizar esta acción, afirmaron que están preocupadas por este tipo de hechos, e indicaron un cambio de actitud oficial, al desenterrar restos del genocidio cometido contra los indígenas en la comunidad de Putis hace 37 años.

De las más de cien personas que fueron asesinadas allí, se han podido encontrar los restos de 92, más de la mitad niños y adolescentes.

 

EN LAS GARRAS DEL LOBO

Ronald Gamarra, director de la Coordinadora Nacional de Derechos Humanos, dijo que meses antes de la matanza, los campesinos de Putis habían huido de sus casas para salvar la vida frente a los ataques de la guerrilla de Sendero Luminoso. “Pero en 1984, al instalar el Ejército una base militar, se les invitó a regresar y se les prometió protección. Y el 12 de diciembre los campesinos volvieron, creyendo en esta promesa”, precisó.                                                                                                                               Sin embargo, “el 13 de diciembre, en la madrugada, mientras un grupo de soldados violaba a las mujeres, otro grupo obligaba a los varones a cavar lo que les dijeron que sería un criadero de peces. Al final, a todos juntos los acribillaron en esa fosa abierta para su propio asesinato”, subrayó.

La historia de Putis, pese a lo terrible, no se conoció cabalmente sino muchos años después, gracias al trabajo de la Comisión de la Verdad y Reconciliación (CVR), que afirmó que hay más de 4 000 sitios de entierro clandestino en el país.

La reciente represión de Carabineros chilenos contra indios mapuches que reclaman la devolución de sus tierras, revela la falta de una decisiva y adecuada política para resolver la situación de más de 600 000 integrantes de esa etnia.

Algunas de esas reivindicaciones encontraron respuesta con la aplicación de la reforma agraria durante el Gobierno de Salvador Allende, pero todo volvió atrás con la dictadura de Augusto Pinochet, que hizo desaparecer a cientos de ellos, y solo permitió una entidad de índole cultural, mientras liquidaba la figura jurídica de la propiedad comunal sobre la tierra.

Con la liquidación de la dictadura, los tres gobiernos posteriores se comprometieron a atender las peticiones mapuches, pero la tardanza al respecto, las sucesivas concesiones a diversas empresas y la no aplicación de una ley de protección indígena, provocó ocupaciones de tierras, con la consiguiente respuesta policial.

En éste como en los casos anteriores, aún se espera por la justicia y la reparación.

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