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Inacción vergonzosa de la OEA

14 de octubre de 2019

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Si para algo han servido los graves y sangrientos sucesos que están teniendo lugar en Ecuador es para poner en evidencia y confirmar -una vez más-, el carácter servil, parcializado e inútil en definitiva de la desprestigiada Organización de Estados Americanos (OEA).

Lejos de condenar la brutal represión del régimen de Moreno y por lo menos llamar al diálogo y la conciliación en lo posible, algo que sabemos difícil pues las demandas populares son amplias y definitivas, la conducción de la OEA -donde aún participan gobiernos dignos que no hacen parte del estercolero-, se limita a denunciar los “actos de violencia” por parte de los más diversos sectores de la sociedad ecuatoriana, cansados ya de tanta corrupción y engaño y de tanto alineamiento servil al gobierno imperialista de Estados Unidos y al Fondo Monetario Internacional (FMI), que es uno de sus brazos de dominación.

No es de extrañar esta infame coincidencia entre Luis Almagro, el obediente secretario de la OEA bendecido por los yanquis y el actual presidente ecuatoriano, pues ambos han recorrido el tortuoso y bien remunerado camino de la traición a sus ideas aparentemente originales cuando militaron en alguna ocasión dentro del campo popular en sus países respectivos.

Haciendo trizas os propios documentos rectores de la OEA, como son su Carta Constitutiva y aún la llamada Carta Democrática con que pretendieron remendarla, la maltrecha organización hoy no es más que el sórdido estandarte de la Doctrina Monroe.

En medio de esa situación estalla la crisis ecuatoriana que, -como toda crisis política y social,- tiene ángulos novedosos y métodos creativos que responden a las tradiciones, características y niveles de desarrollo del país andino en este caso, pero guardan en común los reclamos pendientes, las arbitrariedades y los atropellos del régimen.

Por otra parte, no olvidar que la absoluta mayoría del electorado ecuatoriano votó a favor del programa de la Revolución Ciudadana, que enarbolaba el candidato de entonces, y ha presenciado el miserable abandono de ese programa y la entrega traicionera a los intereses imperialistas y al FMI.

En Ecuador, la explosión social y la insurgencia de las masas es totalmente explicable a la luz de las más elementales leyes del desarrollo histórico y no verlo así puede conducir a los poderosos a una ceguera de consecuencias imprevisibles.

El ridículo y acosado presidente ecuatoriano no ha hallado otra respuesta que culpar a Rafael Correa y a Nicolás Maduro por lo que ocurre en su país; nada más evidente de que está totalmente aislado de la realidad y vive en medio de una peligroso obstinación.

Las próximas semanas pueden ser decisivas mientras que en Ecuador seguramente ya las cosas no serán como antes y la impunidad quedó atrás.

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