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In fraganti

19 de octubre de 2015

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Cuando Vladimir Putin ordenó que aviones y barcos de guerra rusos iniciaran el bombardeo al Estado Islámico, a petición del gobierno sirio, estaba dando un fuerte mazazo a los planes del Pentágono de abrir una zona de exclusión aérea limítrofe con Turquía, que tenía como objetivo asestar el golpe final a la resistencia de Damasco a un terrorismo de toda laya, causante en cuatro años de la muerte de más de 200 000 personas y la emigración de la cuarta parte de la población originaria de 21 millones.
De ahí el rechazo de la oferta del Presidente ruso a Estados Unidos para que se uniera a la operación y el envío imperial de 50 millones de toneladas de armamento a una oposición no identificada, que generalmente ha ido a caer en manos del EI, como el más de un centenar de vehículos Toyota del último modelo entregado a un llamado Ejército Libre Sirio –ahora con otro nombre–, controlado por la también organización terrorista Al Qaeda.
Este envío del Pentágono se hizo 24 horas después que el propio Obama asegurara que no se armaría más a una oposición incapaz de afrontar al ejército sirio.
En este contexto, el periódico The New York Times admitió lo inteligente de la acción rusa contra los terroristas, y pidió al gobierno que aceptara la invitación de unirse a la efectiva operación de Moscú, pero el establishment solo balbuceó palabras de amenaza a Rusia y montó una campaña mediática para tratar de hacer creer que los bombardeos afectaban a la población civil.
Pero lo real es la destrucción de objetivos militares y logísticos del EI, cuyos efectivos, en su mayoría turcos y sauditas, han sido constreñidos al norte, donde no reciben resistencia alguna de las autoridades fronterizas de Ankara, muy por el contrario.
O sea, el tiro le salió por la culata al Imperio, al no poder imponer la mencionada zona de exclusión aérea, con el fin de asegurar la destrucción de cualquier cosa en ella o alrededor que pudiera parecer amenazante al objetivo de derrocar al presidente sirio, Bashar al Assad.
Querían hacer exactamente como EE.UU. y la OTAN realizaron en Libia, con una zona de exclusión aérea para crear un “corredor humanitario”, pero que creció rápidamente y logró su objetivo de cambio de gobierno y asesinato de su Presidente, al tiempo que gestaba una “victoria” imperialista que ha hecho que los libios se ahoguen en el Mediterráneo para escapar de su país, otrora moderno y hoy aniquilado.
International Business Times había informado que la zona de seguridad “podría marcar el fin del Assad”; y The Middle East Eye apuntado que “marca un gran adelanto para Turquía en su enfrentamiento con el gobierno de Al Assad”.
Algunos medios estadounidenses reconocieron que el objetivo primordial turco “era derrotar a los combatientes kurdos y el gobierno sirio, cuando han sido ambos los combatientes más efectivos contra el EI”.
En cuanto a los denominados opositores que no pertenecen al EI, están integrados en un rebautizado Ejército de la Conquista, un grupo de terroristas islámicos dirigidos por Jasbhat al-Nusra –la filial oficial de Al Qaeda–, y el grupo Ahrar al-Sham, cuyo líder declaró previamente que era el verdadero Al Qaeda.
Según el especialista norteamericano Shamis Cooke, el ejército de la Conquista se coordina activamente con Turquía y Arabia Saudita e incluye combatientes entrenados por Estados Unidos.
Pero en este momento el panorama es distinto, al echarse por la borda lo planificado por el Pentágono, que apenas puede aducir algún que otro pretexto para justificar su fracaso en la falsa lucha que dice librar contra el terrorismo.
Lo cierto es que Moscú ha demostrado en apenas dos semanas como se puede golpear a una organización terrorista preparada por las agencias de inteligencia de los países miembros de la Organización del Tratado del Atlántico Norte, y que en el año en el supuestamente debía haber funcionado una coalición dirigida por Estados Unidos y encabezada por Arabia Saudita, había aumentado su poder político y económico y llegado a ampliar su control hasta unos 300 000 kilómetros cuadrados de los territorios de Siria e Iraq.

 

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