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“Hoja de ruta” en peligro

11 de diciembre de 2015

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Aunque no lo sindicamos como progresista, la asunción del nuevo presidente de Burkina Faso, Christian Kabore, ha reverdecido y dado ínfulas a los seguidores del asesinado líder revolucionario Thomas Sankara –conocido como El Che Guevara africano–, lo cual ha inquietado a las cúpulas gobernantes en Washington y París, que no se habían molestado para nada con la defenestración de su ahijado Blaisé Compaoré.
Kabore, candidato por el Movimiento por el Pueblo y el Progreso, fue elegido democráticamente en la primera vuelta, al computar el 53,49% de los sufragios, frente al 29,65% de su principal rival, Zephirin Diabré, de la Unión por el Progreso y el Cambio, y otros once contendores, ninguno de los cuales alcanzó el 5%.
Kabore es un antiguo ministro del dimitido presidente Blaise Compaoré que se pasó a la oposición. Los 5,5 millones de burkinabeses que acudieron a las urnas –la mitad de los posibles votantes– pretenden poner fin a la transición supuestamente democrática del país, tras un año de crisis política e institucional.
Esas elecciones han sido las primeras democráticas en varias décadas y no han contado con ningún presidente saliente, ya que el país está dirigido por un gobierno de transición, repuesto tras un breve golpe de Estado el pasado mes de septiembre.
Este país de África Occidental se embarcó en el proceso que culminará tras estos comicios cuando, en octubre de 2014, un levantamiento popular forzó la dimisión del presidente Blaise Compaoré, después de casi tres décadas en el poder.
Compaoré había intentado perpetuarse en el cargo modificando la Constitución, que limita a dos el número de mandatos presidenciales. Su maniobra desencadenó una violenta insurrección popular que forzó su exilio y llevó a la creación de un Ejecutivo de transición, el cual superó un pronunciamiento militar de una facción del Ejército el pasado septiembre, que obligó a retrasar las votaciones inicialmente previstas para octubre.
Kabore fue primer ministro y presidente del Parlamento por el partido de Compaoré, y es, según él mismo ha dicho,”el primer presidente civil”, tras Maurice Yameogo, derrocado en 1966 por un levantamiento popular, luego del cual los militares dirigieron el país.
La historia de Burkina Faso está marcada por una inestabilidad política que le ha reportado seis golpes de Estado desde que lograra su independencia de Francia, en 1960.
El más reciente de estos levantamientos fue perpetrado en septiembre por la guardia presidencial, integrada en el Ejército, que arrestó al presidente y su primer ministro, Isaac Zida, antes de que mediadores regionales forzaran a los golpistas a devolver el poder a las autoridades de transición.
Antes, el inicio de una rebelión popular y el golpe de Estado militar en que devino para sacar del poder al presidente Blaisé Compaoré en Burkina Fasso, subrayo, no devino nunca en preocupación para Estados Unidos ni la Unión Europea, que manejaron rápidamente sus peones, con el fin de sacar al ahora ex mandatario y a su familia en un avión francés y asegurarle la mantención de sus emolumentos por labores prestadas, probablemente en alguna cuenta de Suiza, donde generalmente iban a parar.
Compaoré ya había previsto nombrar un gobierno de transición, pero la rapidez de los acontecimientos hizo que el ejército se encargara de asumir el mando, al tiempo que trataba de aplacar manifestaciones que destruyeron mediante el fuego al Parlamento y otras entidades del Ejecutivo.
Esta nación africana, independiente del colonialismo francés desde el 5 de agosto de 1960, con un estimado de 15 millones de personas en sus 274 200 kilómetros cuadrados, vivió una época de inestabilidad durante las décadas del ’70 y ’80, luego de lo cual varios cientos de miles de trabajadores rurales emigraron cada año a Costa de Marfil y Ghana en busca de trabajo.
Antiguamente llamado República del Alto Volta, el país fue renombrado el 4 de agosto de 1984 por el presidente Thomas Sankara. Burkina Faso quiere decir “patria de hombres íntegros”, del término mooré burkina, ‘hombres íntegros’, y de la voz dyula faso, ‘patria’.
Sankara, un carismático capitán de ideología marxista, cambió no sólo el nombre del país, sino que modificó la bandera y el himno nacional, y comenzó a tomar medidas desagradables para los intereses occidentales.
De ahí el sangriento golpe de Estado en 1987 de Blaisé Compaoré y el asesinato de Sankara, a quien le había fingido amistad.
Compaoré mantuvo a lo largo de los siguientes 27 años una política radicalmente opuesta que le convirtió en uno de los sátrapas más corruptos de África y en un dictador de la más absoluta confianza de Estados Unidos y de Francia, que les permitió seguir accediendo al mercado burkinabés y, en especial, a las minas de oro y su producción actual anual de 1 500 toneladas.
Pero con el nuevo presidente afloraron diversas manifestaciones de la juventud que conocen del pasado prestigioso de Sankara y sus postulados de adhesión al socialismo.

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