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Historias mal contadas

2 de noviembre de 2018

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Al peor estilo de un “culebrón” los servicios especializados de Gran Bretaña insisten, cada cierto tiempo, en publicitar el supuesto uso de un producto químico, tóxico, bajo la marca Novichok, para envenenar al ex doble agente de inteligencia ruso Serguéi Skripal y su hija Yulia.

El inicio de lo que evidentemente es una campaña antirusa se llevó a la prensa con titulares que al parecer demostraban la culpabilidad de Moscú en este asunto, pero sin prueba alguna, es decir, solo existe la afirmación de las autoridades británicas.

Según las informaciones que en ese momento comenzaron a circular por la prensa mundial, la hasta entonces desconocida ciudad británica de Salisbury fue el escenario donde Serguéi y su hija habían sido envenenados “con una sustancia que Londres identificó como el agente nervioso Novichok”.

En uno de los capítulos de esta historia, el laboratorio británico de Porton Down, identificó la sustancia utilizada con ese nombre, calificándolo como un agente nervioso de grado militar, aunque los científicos no pudieron hasta el momento determinar en qué país fue producido.

En los ocho meses transcurridos, tanto el ex agente como su hija gozan de buena salud, nuevos capítulos han sido dados a conocer, pero Londres sigue sin responder a las autoridades rusas.

Moscú insiste que se demuestre su participación en el hecho, aunque el silencio parece indicar que es una de las tantas actividades que la inteligencia de los países usa para crear situaciones como esta.

Ya estamos en noviembre y el Ministerio de Asuntos Exteriores de Rusia dio a conocer el día dos que esa nación “nunca ha desarrollado, producido o acumulado” productos químicos tóxicos que puedan ser conocidos en Occidente con esa marca, según reportó Rusia Today.

En el comunicado de la Cancillería rusa se destacaba que este hecho “no está sustentado en ninguna prueba y solo apuestan, una vez más por la distorsión de la realidad y estimaciones incompetentes”.

Debe recordarse que la portavoz de la Cancillería, María Zajárova, recordó que ese ministerio ha “enviado unas 60 notas diplomáticas a Londres, exigiendo que se le proporcione acceso a la investigación y a los ciudadanos rusos afectados en los hechos, presentando propuestas de cooperación, peticiones a las que las autoridades británicas no han respondido”.

Por otra parte el Ministerio del Exterior recuerda que Rusia ha cumplido, “bajo estricto control internacional y de conformidad con la Convención de Armas Químicas, su obligación de destruir todas las existenciales nacionales” de este tipo de arma”.

Esta es otra historia mal contada. Ante cada agresión o invasión siempre han existido acusaciones nunca demostradas, aunque a veces, después de la muerte de miles de personas, se reconoce que no existían prueba para cometer el crimen. No hay que detenerse para decir dónde, cuándo y quienes lo cometieron.

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