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Heridas abiertas en Costa de Marfil

12 de febrero de 2014

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Medios de prensa al servicio de Occidente subrayan la información: A pesar de continuadas guerras civiles y luchas por el poder, Costa de Marfil espera romper el récord histórico de un millón 450 000 toneladas de cacao establecido el pasado año -él 40% de la producción mundial- para regodeo y deleite del gigantesco consorcio Nestlé, que ponderó la calidad de los granos.
París, por su parte, ha subrayado la importancia de la participación de sus tropas en los continuados diferendos locales, que prosiguen en menor grado, para mantener lo que llama el “buen nivel de vida de los marfileños” y alejar a “los terroristas musulmanes y sus aliados de Al Qaeda” de la nación africana.
Asimismo, se regodeó al aseverar que la crisis marfileña ya concluyó, y que el mejor ejemplo es que el país se mantenga como el mayor productor de cacao del mundo y el centro financiero dominante en el África Occidental francófona.
Además de ser el primer productor de cacao del mundo, la agricultura en Costa de Marfil es de vital importancia, ya que también es un importante exportador de café, aceite de palma, algodón y caucho.
Y los muy valiosos recursos naturales en el país siguen en aumento. Costa de Marfil va de hecho por buen camino para convertirse en el principal productor de petróleo de África Occidental, tras Ghana.
El primer ministro Daniel Kablan Duncan anunció a principios de enero que Costa de Marfil espera producir 200 000 barriles de petróleo por día dentro de cinco años, y por lo tanto superará a Ghana.
DÉCADA DIFÍCIL
La inestabilidad política comenzó con un golpe militar en el 2000 y evolucionó lentamente hacia un conflicto abierto entre el norte musulmán y el sur cristiano.
Hubo varias rondas de una guerra civil abierta que culminaron en actos violentos tras las elecciones del 2010, entre ellas la virtual destrucción de la importante ciudad de Abidjan.
Desde el principio el presidente francés, François Hollande, se movilizó con el fin de obtener que la ONU diera vía libre a una intervención militar internacional para la que el Estado Mayor y la diplomacia francesa tomaron medidas concretas. Estados Unidos jugó un papel decisivo en ello.
Un personaje como Alassane Ouattara fue puesto en la presidencia por los militares franceses en una intervención que  depuso al mandatario saliente Laurent Gbagbo, quien denunció el fraude en los comicios en que había salido derrotado, y acusó a Francia de querer instaurar un nuevo colonialismo en Costa de Marfil para  apropiarse de sus recursos naturales.
Tras conocer los hechos, Alain Toussaint, representante europeo del gobierno en ejercicio de Costa de Marfil, achacó a las tropas galas haberse puesto “al servicio de la rebelión”.
Fuerzas militares al servicio de Ouattara –sin que las de París hicieran algo para impedirlo- asesinaron a miles de civiles indefensos en varias ciudades marfileñas, principalmente en Abidjan, Duekoue y Yamasukro, la capital oficial.
SIGUE LA POBREZA
La frustración es ahora un sentimiento dominante en la población, especialmente debido a que la calidad de vida promedio ha caído desde el patrocinio del sistema “Françafrique” (diseñado para consolidar la influencia de Francia en África)
Más del 40% de la población (ocho millones) vive bajo el umbral de la pobreza y la esperanza de vida es de solo 49 años. Hay 50% de analfabetos y el 7% de los habitantes está infectado con el virus de VIH (SIDA).
Hay inseguridad, desempleo y heridas sin cerrar. Es la realidad de Costa de Marfil donde el grave conflicto armado además de dejar varios miles de muertos y cientos de miles de personas desplazadas.
Las condiciones de vida para la población son inhumanas: el 40% de la población no tiene sus necesidades alimentarias cubiertas, el 17% de los niños están malnutridos, más del 50% de ellos no van a la escuela, el 60% de los jóvenes entre 15 y 24 años no saben leer ni escribir y el 56% de la población vive hacinada en los “slums” de las grandes ciudades.
En Duekoué, todavía “más de 1 000 personas se refugian en la misión salesiana de Santa Teresa del Niño Jesús”, explica el misionero Hernán Cordero, mientras las misiones salesianas han lanzado la campaña: “Una sopa para la paz”, insuficiente para alcanzar educación y convivencia para un pueblo que ha vuelto a soportar la bota militar francesa con el beneplácito del depedrador de siempre, Estados Unidos.

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