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Hasta que el milagro se hizo

3 de junio de 2018

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Pedro Sánchez, secretario general del Partido Socialista Obrero Español, una entidad socialdemócrata a pesar de su nombre, juramentó este sábado como presidente de España, en sustitución de Mariano Rajoy, quien se consideraba inamovible hasta que el PSOE presentó una moción de censura por estar implicado el hasta entonces oficialista Partido Popular –le llaman a sus miembros, pomposamente, los populares- en hechos de corruptela, ligados fundamentalmente al Caso Gurtel, ocurrido en el 2007.

Rajoy, sin importarle nada, había avanzado de trecho en trecho a ostentar un poder en condición minoritaria en el Congreso de los Diputados, aprovechando la división entre izquierda, socialdemócrata y el más afín derechista Ciudadanos, cuya unión le hubiese costado el puesto.

Rajoy, ya sabemos, ha tratado con mano dura la cuestión catalana y favorecido a los ricos con políticas neoliberales que ha llevado a la miseria a una enorme masa de españoles que gozaban de un estatus de relativa comodidad.

Desalojos, gente durmiendo a la intemperie, ancianos abandonados, jubilados con compensación irrisoria –cuando existía–, angustia ante el creciente desempleo y manifestaciones cada vez más numerosas y nutridas contra la política oficial no hicieron mella en este personaje, totalmente blindado ante la angustia popular.

Más que el alza de los “populares” hay que considerar, reitero, la desunión de las fuerzas opositoras, ante un Rajoy ascendente, inamovible, a pesar de los constantes escándalos de corrupción de una enorme cantidad de sus funcionarios.

 

 

Trayectoria

El 20 de noviembre de 2011, el PP ganó las elecciones generales por mayoría absoluta (186 escaños, el 44,63 % de los votos) y un mes después tomó posesión el primer gobierno de Rajoy. Su mandato duraría más de los cuatro años previstos, pues estuvo en funciones durante 314 días, con dos elecciones generales de por medio, las del 20 de diciembre de 2015, en las que el PP obtuvo 123 escaños y las del 26 de junio de 2016, en las que logró 137, hasta lograr la investidura en octubre de este último año. Ese ha sido seguramente su mayor éxito político: mantenerse en el poder cuando todo parecía indicar que había llegado el momento de que lo abandonara.

Pero lo cierto es que eso no ocurrió por mérito suyo, sino porque esos 314 días los tres principales partidos de la oposición, PSOE, Unidos-Podemos y Ciudadanos, no lograron un acuerdo para gobernar juntos, a pesar de que echar a Rajoy de La Moncloa era uno de los lemas electorales de todos y cada uno de ellos.

Y poco antes de la presentación de la moción de censura por Sánchez, con el apoyo de Unidos Podemos y pequeñas agrupaciones catalanas y vascas, lo normal era la desunión absoluta de la izquierda, agravada con la decisión del derechista Ciudadanos de convertirse en aliado del PP.

Hasta el momento de hacerse oficial los castigos por la corrupción del PP, esa era la gran baza política de Rajoy, lo que le permitió gobernar como si dispusiera de mayoría absoluta.

 

 

Descenso

Pero el “milagro” se hizo, y hoy Rajoy, su gabinete y su corrupto PP han comenzado a descender al estercolero de la historia, merecidamente, aunque no sé si algunos de esos elementos, o todos, se aferrarán a presentarse en las elecciones generales del 2020, porque todo puede suceder en una España donde la influencia del franquismo sigue vigente en algunas regiones y subsiste la incultura de la dependencia.

También la fortaleza de Rajoy ante los problemas internos, como el catalán –que hoy se reanima con un nuevo presidente y gabinete–, se debió a la Unión Europea, con Ángela Merkel a la cabeza, que lo cobijó y dirigió sus pasos. Simplemente, porque no tenía más remedio. Permitió un rescate bancario que no cumplía con las reglas comunitarias, porque tenía que evitar que España entrara en suspensión de pagos. Toleró que el gobierno español incumpliera sus compromisos de déficit. Y tragó con que el Banco Central Europeo abriera el grifo del dinero y proporcionara liquidez prácticamente sin límites al sistema financiero, aunque es cierto que también al italiano y al portugués, entre otros. Y en eso sigue.

Habría mucgo más que decir, pero, por el momento, Rajoy y su gente ya es historia. Algunos de sus mejores amigos están presos, varios lo han señalado como cómplice, pero en ese tipo de sociedad no es extraño que el máximo responsable del delito quede impune.

Veamos lo que puede hacer Pedro Sánchez, quien debía observar y aprender de los antecedentes pésimos de los anteriores presidentes españoles afiliados al PSOE, como Felipe González, a quien le propinaron un voto de castigo que favoreció nada más y nada menos que a José María Aznar, un “popular”; y José Luis Rodriguez-Zapatero, cuya política zigzagueante y endeble favoreció la llegada de Rajoy.

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