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Halcones del déficit

18 de junio de 2015

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Ante la proximidad del fin del plazo dado a Grecia para el pago a sus acreedores, el primer ministro Alexis Tsipras reiteró que no seguirá sacrificando al pueblo y demandó la renegociación de la duda contraída por anteriores gobiernos con dirigentes venales, que se enriquecieron con préstamos conveniados en condiciones leoninas.
Gobernantes y acreedores europeos exigen despidos masivos, desaparición de organismos que protegen a pensionados y la anulación de contratos colectivos de trabajo, en su afán de llevar la conocida palabra (¿mala palabra?) austeridad que trata de seguir imponiendo el neoliberalismo en el viejo continente, para pagar una deuda sin fin, impagable, y evitar que otros sigan el ejemplo griego.
Con Grecia se repitió el error en que incurren reiteradamente gobiernos europeos, porque con la aplicación de esa austeridad se reduce el gasto y aumenta el ya elevado desempleo, lo cual eleva el déficit presupuestario.
Pero esta política no solo se ha aplicado a países de la “cola” europeos, como España y Portugal, entre otros, sino que ha golpeado a los más desarrollados, que incluso han tenido que rectificar a la baja su previsión económica y al alza el déficit.
Es un error que se aplica desde nace más de cuatro años, cuando prevaleció la opinión de los defensores de la austeridad de que los recortes de los gastos reportarían rápidamente dividendos en forma de aumento de la confianza, así como que habrían pocos efectos adversos o ninguno para el crecimiento y el empleo, pero se equivocaron.
Esta doctrina, que ha fracasado completamente en Europa, tambièn se aplicó en Estados Unidos en el 2009, provocando el alza desmesurada del desempleo y los grandes déficits presupuestarios, ambos consecuencia de la grave crisis financiera.
Hubo un momento en que los dirigentes de los países capitalistas industrializados parecían comprender que los problemas debían abordarse por orden, centrándose primero en la creación de empleo combinada con una estrategia a largo plazo de reducción del défici9t.
Esta reducción debía ser paulatina, debido a que el alza de impuestos y los recortes del gasto gubernamental deprimirían más las economías, con lo cual empeoraría el problema del desempleo.
Recortar el gasto en una economía profundamente deprimida, como la de Grecia, es contraproducente, incluso desde un punto de vista puramente fiscal, ya que cualquier ahorro que se consiga se ve contrarrestado en parte por el descenso de los ingresos, a medida que la economía retrocede.
Así que dedicarse al empleo y luego al déficit era y es la estrategia acertada, la cual se abandonó a causa de unos riesgos imaginarios y unas esperanzas ilusorias.
Lo único que esto ha servido es para meter miedo a las naciones europeas más pequeñas, con decir que terminarán como Grecia, cuyo anterior gobierno, subrayo, adquirió préstamos con tipos de interés desorbitado, situación que ahora quiere renegociar Tsipras para evitar que la calidad de vida del griego descienda aun más.
Vean lo que pasó con Irlanda cuyo gobierno intentó tranquilizar a los mercados, imponiendo medidas de austeridad tan radicales que eran insostenible para el ciudadano común, como resultado del castigo de los poderosos por tratar de asumir políticas antineoliberales al estilo de lo que estaba pasando en Suramérica con Argentina, Brasil, Uruguay, Venezuela, Ecuador y Bolivia.
Una tarea difícil, pero no imposible esta la del gobierno griego, todo un desafío, el primero, al hegemonismo neoliberal en Europa.

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