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Haití: Estado capturado

23 de julio de 2021

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Las responsabilidades por el asesinato del presidente haitiano, Jovenel Moise, se están diluyendo en protagonistas menores, cuando parecía claro que todo el complot se tejió en el exterior con la complicidad de importantes miembros de la oligarquía local.

Lo único que se sabe hasta ahora es la detención de 26 mercenarios colombianos y dos haitianos con nacionalidad estadounidense, todo pequeño comparado con la complicidad que proviene del gobierno de Bogotá, sus lazos financieros con la entidad norteamericana que los contrata y los entrena en Estados Unidos, y los vínculos con quienes les protegieron y hicieron entrar en Haití desde República Dominicana.

La policía haitiana actuó bastante rápido, capturando con la ayuda de la población a la mayoría de los participantes del magnicidio, pero desde que el Buro Federal de Investigaciones intervino en el asunto, todo se hizo más lento, aparecieron alguno que otro chivo expiatorio, pero los autores intelectuales del crimen se mantienen en la sombra.

Moise vivía encerrado en su residencia, desde que anunciara la celebración de elecciones presidenciales para septiembre venidero, en las que no iba a participar, y junto a ello un referéndum para reformar la Constitución creada en la época de la dictadura de Francois Duvaler.

Este hecho, el referéndum, fue el motivo principal de que al presidente lo acribillaran con 12 balazos e hirieran a su esposa, quien pudo salvar su vida y afirmara que ello constituye el motivo principal del asesinato de su esposo.

 

ALGO PARA PENSAR

A pesar de que su familia amasó una gran fortuna con el banano, Moise expresó abiertamente su desconfianza y enemistad con la oligarquía local.

Así, frente a elementos opositores que realizaban todo tipo de protesta para derribarlo, los magnates locales, funcionarios de la Embajada estadounidense y la desprestigiada Organización de Estados Americanos, Moise se propuso hacer el referéndum, conociendo que tenía que salvar fuertes obstáculos como la inscripción de millones de electores, las continuadas amenazas de muerte y la falta de apoyo de un pueblo carente de los más elementos recursos para sobrevivir.

Sabía que tenía el problema de gobernar un país que a veces parece rozar lo ingobernable, cuando no se tenía mucho apoyo, y estaba claro que no lo tenía.

En una entrevista, el líder haitiano se lamentó de que solo tenía la confianza de una pequeña parte de su pueblo.

Ganó las elecciones del 2016 con algo menos de 600 000 votos en un país de 11 millones de personas. Sin embargo, Moise, de 52 años, escogió embarcarse en la mayor sacudida de la política haitiana en décadas, y supervisó la redacción de una nueva Constitución que reestructuraría el gobierno y daría mayores poderes a la presidencia.

 

UNA NECESARIA NUEVA CONSTITUCIÓN

La necesidad de una nueva Constitución era un raro punto de acuerdo entre Moise y sus numerosos detractores. Lo que preocupaba a algunos era el enfoque unilateral del presidente para redactarla. Otros no confiaban en él

Moise decía que la ampliación de poderes era necesaria: “Necesitamos un sistema que funcione. El sistema actual no funciona. El presidente no puede trabajar para cumplir”.

Pero para arreglar el país antes de retirarse, decía, necesita acumular suficiente poder para enfrentarse a una oligarquía que, según él, ha paralizado Haití para aprovecharse de un gobierno demasiado débil para regular o cobrar impuestos de sus negocios.

“Hoy en día sufrimos la captura del Estado, es el mayor problema al que nos enfrentamos”, repetía, la víctima hoy de un magnicidio en el que se duda sean señalados, capturados y juzgados los principales responsables.

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