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Guerra suicida

27 de marzo de 2018

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La guerra comercial que pretende Donald Trump declarar contra China le saldría muy cara, no lograría los objetivos de “castigar” a la potencia económica mundial y haría retroceder con creces el desarrollo en Estados Unidos.

Los aranceles impuestos a las exportaciones chinas de aluminio y acero apenas rozarían la astronómica cifra de intercambio anual del comercio entre ambas naciones, y solo serviría para castigar a numerosas ramas del comercio estadounidense que se benefician del comercio con Beijing.

A cualquier exceso del mandatario norteamericano contra el comercio chino, ya el Banco Central de la más poblada nación del planeta haría estragos en empresas como la Information Technology and Innovation Foundation, que ha estimado que si se impone un arancel del 10% sobre la electrónica china, tendría pérdidas de 163 000 millones de dólares durante la próxima década; y si ascendiera al 25%, entonces totalizarían 332 000 millones.

A su vez, el Peterson Institute ya calculó hace meses que un escenario de guerra comercial total contra China y México (aranceles del 45% contra China y del 35% contra México que fueran reproducidos en ese monto por ambos países contra EE.UU.) acarrearía la pérdida de casi cinco millones de empleos en suelo estadounidense.

Detrás de esto hay una lectura que está haciendo que el multimillonario presidente vea nublada aún más su visión, al estar realizando una serie de nombramientos destinados a hacerse con el control económico total del país.

En definitiva, iniciando una guerra comercial contra China, Trump no lograría ni reindustrializar a EE.UU. ni infligir serios daños a China, como pretende, porque las acciones pasadas han hecho que el empleo manufacturero haya desaparecido para -entienden un gran número de analistas- no regresar, así como que el mayor daño del proteccionismo estadounidense se concentrará en los propios ciudadanos y empresarios.

Un experto mexicano dijo burlona, pero atinadamente, que “la brillante política comercial de Trump consiste en pegarse un tiro en el pie, con el más que evidente riesgo de que ese tiro rebote y nos termine dañando a todos los demás en forma de una guerra comercial a gran escala”.

 

Recordatorio

“Beijing no teme a una guerra comercial con Washington, ya que dispone de los instrumentos con los cuales responderá a los ataques de la Casa Blanca”, advirtió el diario chino Global Times, que enumeró una lista aún incompleta de las represalias que podría tomar China a esta guerra comercial tras la decisión de Trump de imponer un arancel especial a la importación de paneles solares y lavadoras.

Los aviones civiles son la principal exportación de EE.UU. a China, por lo que Boeing podría ser el primero en la línea de fuego, ya que Beijing podría responder comprando menos Boeings y más Airbus (de Francia).

Esa sería una gran pérdida de negocios para Boeing, que en los últimos años ha anunciado acuerdos por valor de decenas de miles de millones de dólares para vender aviones a China.

Aproximadamente un 7 % de las ventas de Apple se realizan en China continental, cifra que aumenta a alrededor del 19 % si se incluyen Taiwán y Hong Kong. Mientras tanto, China tiene compañías que compiten directamente con Apple, por lo que la compañía estadounidense estaría preocupada por verse atrapada en el fuego cruzado de una disputa comercial.

En mayo pasado, EE.UU. y China firmaron un acuerdo para permitir la reanudación de las exportaciones de carne estadounidense a China después de 14 años. Sin embargo, hay requisitos específicos que las empresas norteamericanas deben cumplir. Otra exportación clave de EE.UU. a China es la soja. Si Beijing decide optar por otras fuentes de suministro, eso perjudicaría considerablemente a la agricultura norteamericana y sería “un golpe muy, muy grande”, advierte a CNN Nicholas Lardy, miembro del Instituto Peterson para Economía Internacional.

El país asiático es el mercado de automóviles de pasajeros más grande del mundo, y también se encuentra entre los cinco principales mercados de importación de autos y repuestos automovilísticos de EE.UU., por lo que una eventual directiva del Gobierno de dejar de comprar autos estadounidenses perjudicaría a los fabricantes norteamericanos.

Beijing es también el mayor consumidor mundial de semiconductores, que se instalan en una gran cantidad de productos electrónicos que se fabrican en el país asiático, por lo que un potencial arancel para esos elementos sería desastroso para gigantes como Qualcomm (QCOM) e Intel (INTC).

China es líder a nivel mundial como emisor de turistas, con más de 130 millones de ciudadanos suyos viajando por el mundo cada año. Mientras tanto, EE.UU. es el mayor beneficiario del turismo internacional: 75,6 millones de turistas visitaron el país en 2016 y gastaron allí 290.000 millones de dólares. Por lo tanto, Washington tendría mucho que perder si Beijing aconsejara a sus ciudadanos que no visitaran territorio norteamericano.

Además, China también podría presentar quejas a la Organización Mundial del Comercio o vender algunos bonos de EE.UU., entre otras medidas. “Van a contraatacar y van a contraatacar duro”, asevera al respecto Scott Kennedy, experto en economía china en el Centro de Estudios Estratégicos e Internacionales.

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