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Guerra salpicada con drogas…

1 de diciembre de 2014

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Si en algún momento es totalmente válido aquello de que “a río revuelto ganancia de pescadores” es precisamente en el caso de Afganistán, país tradicionalmente entre los mayores productores y exportadores de heroína a nivel mundial, hoy convertido —gracias a la ocupación norteamericana— en un gran negocio que trasciende fronteras e involucra a componentes foráneos.
De acuerdo con datos especializados de la ONU, la producción mundial de heroína es de unas 450 toneladas al año y de ellas, más de 340 toneladas son producidas en Afganistán.
El cultivo de la amapola en esta nación asiática beneficia con no menos de 3 000 millones de dólares por la exportación de esta droga que hoy invade los mercados europeos y norteamericano.
Estamos hablando de uno de los países más empobrecidos del planeta, con indicadores sociales entre los más deprimidos; con una inestabilidad política en crecimiento y donde todo parece indicar que habrá presencia de tropas de ocupación norteamericana hasta una fecha no definida.
El presidente estadounidense Barack Obama ha dado autorización a los militares de su país para que en 2015 amplíen aún más las operaciones aéreas y terrestres en Afganistán, revirtiendo de hecho la orden que él mismo había dado de dar fin a las acciones bélicas en este año, dijeron funcionarios de la Casa Blanca al New York Times.
Esta guerra, según inspector general de Estados Unidos para Afganistán, John F. Sopko, ha derrumbado el proceso de lo que debió ser la reconstrucción de ese país, ante el crecimiento del cultivo asociado a la droga y de organizaciones criminales.
Al ambiente local propicio para la actividad criminal e ilícita se une el hecho —cada vez más denunciado internacionalmente— de que las tropas ocupantes norteamericanas y de la OTAN participan activamente en la exportación de la heroína afgana hacia el mercado europeo.
Lo más reciente, sin embargo, es que también el grupo terrorista Estado Islámico (EI) se está beneficiando con la droga salida de Afganistán. Se asegura que el EI utiliza cocteles de estupefacientes que suministra a sus combatientes, siguiendo de esta forma un protocolo elaborado por la CIA en tiempos anteriores.
Para nadie es un secreto de hasta dónde y desde cuándo Washington está involucrado en todo lo que sucede en tierra afgana.
El Pentágono llegó a enviar no menos de 160 000 militares para combatir al movimiento Talibán. Hasta principios del presente año la cifra de norteamericanos muertos ascendía a 2 164 y la de heridos a 19 572, según publicó la AP.
El costo de esa guerra para Estados Unidos es superior a los 6 000 millones de dólares, ninguno de ellos utilizado para beneficiar a una población pobre que lo que necesita es paz, trabajo, educación, salud, higiene…
En lo que Washington llamó una guerra en busca de Osama bin Laden, el 7 de octubre de 2001 se lanzaron los primeros ataques aéreos y de misiles contra Afganistán, mientras más de 20 000 soldados ocupaban a sangre y fuego, ciudades y aldeas.
La cifra de militares creció a la par con la resistencia de los talibanes. Así, en el año 2009 el presidente Barack Obama, luego de llamar la ocupación afgana como “mi guerra”, ordenó el envío de otros 30 000 militares y se comprometió a que en el año 2014 no quedarían tropas norteamericanas en Afganistán.
La realidad es otra, totalmente distinta. La presencia militar de Estados Unidos continúa como también crecen la inestabilidad, los actos suicidas y…la producción y exportación de heroína.
Es, no quepa la menor duda, una guerra salpicada con drogas y donde se involucran productores locales, tropas de ocupación y traficantes internacionales.

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