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Guerra perdida

15 de julio de 2021

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Al igual que le ha pasado con Siria –y antes Vietnam y Corea–, Estados Unidos no puede ganar otra guerra contra una nación más pequeña, independientemente de las causas.

Esta vez es en Afganistán, país agredido y ocupado desde hace 20 años, donde ya el 90% de las tropas norteamericanas se ha retirado junto a las del resto de las naciones aliadas europeas que le acompañaron en la destrucción y genocidio de la nación centroasiática.

EE.UU. deja al país en el caos, quizás solo con el florecimiento de más campos de amapola, de donde se saca la heroína. La fecha final del retiro es el 31 de agosto, poniendo punto final a una presencia que, según el mandatario estadounidense, Joe Biden, debía haber finalizado hace diez años.

Dijo que no confía en los talibanes, pero sí en el gobierno de Kabul y un ejército local muy bien apertrechado en las bases militares construidas por Estados Unidos.

“No enviaré a otra generación de estadounidenses a la guerra en Afganistán, sin ninguna expectativa razonable de lograr un resultado diferente”, declaró. Biden admitió que quiere evitar una retirada como la estampida de las últimas tropas estadounidenses en Saigón.

“La misión se cumplió, en el sentido de que atrapamos a Osama bin Laden y el terrorismo no emana de esa parte del mundo”, aseguró sobre la operación militar que permitió acabar con el líder de Al Qaeda el 2 de mayo del 2011 en Paquistán, cuando él era vicepresidente y gobernaba Barack Obama.

Se sabe que cuando EE. UU, abandona algo siempre deja un equivalente a una bomba de tiempo, y al efecto se prevé que empiecen incursiones terroristas hacia países vecinos, hechos que podrían provocar el apoyo ruso a sus aliados de la región.

El retiro militar estadounidense será dos semanas antes de lo planificado, en un momento en que el Talibán gana terreno y hay cada vez más riesgo para el inestable gobierno local.

Los talibanes han avanzado en posiciones claves en el norte del país y se acercan a la capital, Kabul, y el ejército local ha acusado a Washington de abandonar el país de forma sigilosa en los últimos días.

El senador republicano Lindsey Graham afirmó el pasado martes que “no está en el interés de la seguridad nacional de Estados Unidos que los talibanes conquisten Afganistán (…) Si los talibanes se apoderan de parte de Afganistán, me temo que Al Qaeda y el ISIS (Estado Islámico) resurgirán y estaremos preparando el camino para otro 11 de septiembre”.

El Departamento de Defensa informó el martes que ya había concluido el 90% de sus operaciones y entregado siete instalaciones al Ministerio de Defensa afgano dos meses antes de la fecha límite fijada por Biden.

A principios de esta semana, los talibanes mostraron decenas de armas sustraídas de la base militar de Sultan Khal, en la provincia de Wardak, cerca de Kabul. El cargamento incluía 900 pistolas, 30 vehículos tácticos ligeros y 20 camionetas del Ejército, según el socio británico de NBC News, Sky News, que tuvo acceso al enclave.

Hace pocos días, los talibanes tomaron Qala-e-Nae, la capital de la provincia de Badghis, donde liberaron a cien prisioneros, en tanto los jefes insurgentes afirmaron que lo harán también con otros 5 000 cautivos en cárceles locales, incluso en las bases militares.

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