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Guerra contra la guerra

25 de septiembre de 2014

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Dos momentos de esta semana, ambos en Nueva York, en el recinto “sagrado” de Naciones Unidas. El primero fue cuando mandatarios de más de 120 países se reunían en la Cumbre sobre Cambio Climático. Mientras los dignatarios se alistaban para pronunciar sus discursos en busca de formas viables para que el mundo no colapse, Barack Obama, el presidente del país anfitrión, daba la orden para bombardear territorios de Siria sin el consentimiento del gobierno de esa nación árabe.
El objetivo de las bombas era, según el propio Obama, “destruir las bases del Estado Islámico”, grupo terrorista que se ha apoderado por medio de la más cruel violencia, de amplias zonas en Irak y Siria.
Pero la arrogancia fue más fuerte que la razón de ser de la ONU, y Obama no coordinó con el gobierno de Damasco las operaciones de bombardeo. Sobre los objetivos terroristas eliminados hay poca información, pero se sabe que ocho civiles, tres de ellos niños, fueron muertos por los cohetes norteamericanos.
En otro momento, en la propia ONU, esta vez para dar comienzo a las sesiones de la Asamblea General de este año, el mandatario norteamericano, nuevamente como anfitrión, dijo una frase que quizás pase a la historia como el peor chiste pronunciado por gobernante alguno en la solemnidad del organismo mundial. “Debemos declarar la guerra contra la guerra”, afirmó el mismo Obama quien tres días antes ordenó bombardear territorios foráneos sin el permiso de gobiernos legítimos como el de Siria.
Su discurso, similar a los pronunciados en reiteradas ocasiones para justificar sus guerras contra Afganistán, Libia, Irak y Siria, intentaba sumar gobiernos para que envíen mercenarios a combatir al grupo islámico.
De acuerdo con algunas fuentes, más de 3 000 europeos se han alistado para esa contienda, pienso que la gran mayoría de ellos son desempleados afectados por la severa crisis económica y social que afecta al Viejo Continente.
Por supuesto, Obama aclaró en más de una oportunidad que “Estados Unidos no mandará soldados a combatir por tierra”, solo lo hará con sus aviones y barcos de guerra desde donde lanzan cohetes y bombas por miles.
Los que irán por tierra, es decir, los más posibles a morir en la guerra, serán ciudadanos de otros países; unos contratados como mercenarios y otros en busca de salarios aunque sus vidas estén en peligro.
Su discurso tuvo momentos de pura ficción como el de asegurar que Washington usará “el poderío militar en una campaña de ataques aéreos (…). Vamos a entrenar y equipar fuerzas que combatan a estos terroristas en el terreno. Vamos a cortar su financiamiento y el flujo de combatientes”.
Digo ficción porque ha sido Estados Unidos, por orden del propio Obama, el país que ha ayudado a financiar y a entrenar a esos terroristas que hoy quiere exterminar, cuando junto a otros grupos trataban por la fuerza y la violencia de derrumbar al gobierno de Bashar al Assad, en Siria.
Decir hoy, ante la ONU, que hay que hacer la guerra contra la guerra es olvidar por completo que ha sido Estados Unidos y sus mandatarios quienes han usado las guerras como política de fuerza para imponer su dominio sobre territorios con recursos energéticos y otros.
O es que Obama se ha olvidado de que uno de los disparates más grandes que ha conocido la humanidad en este Siglo es que se le confiriera el Premio Nobel de la Paz cuando en realidad el es un hombre de la guerra.

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