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Guerra bajo cero

3 de febrero de 2017

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Entre 17 y 20 grados bajo cero es la temperatura de los primeros días de febrero en la región de Dombás, Ucrania, hacia donde el actual gobierno de Kiev ha movilizado continentes militares que intentan romper las líneas de defensa de la autoproclamada República Popular de Donetsk.
En la ciudad de Avdiivka se produjeron nuevos combates, que causaron la muerte de siete soldados ucranianos y dejaron 20 heridos más. También se informó de un número no especificado de víctimas civiles, con unos 200 mineros de carbón atrapados bajo tierra.
La agencia AP recuerda que desde los enfrentamientos de 2014 y 2015 a la fecha, la guerra en esa zona ha cobrado ya más de 10 000 muertos entre militares y civiles.
Ahora, en el frío febrero europeo, a quienes ocupan el poder en Ucrania a través de un golpe de estado, no le ha bastado con la sangre derramada durante estos tres últimos años y mientras calientan el clima con la pólvora salida de fusiles y cañones, parecen ignorar a los niños y ancianos que mueren por falta de calefacción, por no contar con luz ni agua, en fin, por haberse convertido en seres vulnerables ante los apetitos de los hombres de la guerra, aunque sea bajo cero grados.
Despachos de prensa refieren que en el territorio fronterizo entre Ucrania y Rusia el recrudecimiento de las hostilidades pone a prueba el nuevo sistema de intereses y relaciones internacionales que se está configurando tras la llegada de Donald Trump al poder en Estados Unidos.
No pocos analistas consideran que el actual recrudecimiento de las acciones militares por parte de las autoridades de Kiev guarda relación directa con el deseo del mandatario ucraniano, Petro Poroshenko, de que Trump se pronuncie a favor del actual gobierno ucraniano y contra Rusia.
En las redes sociales, los habitantes de Donetsk se quejan de la falta de agua, luz y calefacción, así como de la destrucción causada por los misiles disparados.
El secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg, señaló que el este de Ucrania vive el “más grave repunte de violencia en mucho tiempo”, con más de 5 600 violaciones del alto el fuego tan solo en la última semana.
En tanto, un despacho de la agencia EFE fechado en Ginebra, señala que el recrudecimiento de los combates entre el Ejército ucraniano y las milicias en el este del país, han dejado más de 17 000 personas, de las que 2 500 niños, sin agua, calefacción o electricidad en la localidad de Avdéyevka, denunció el Fondo de la ONU para la Infancia (Unicef).
Asimismo, reveló que el abastecimiento de agua a otras ciudades y aldeas de la región se ha detenido después de que se cortara el suministro de energía a una planta de filtración que proporciona agua a aproximadamente 400 000 personas en Donestk.
Ante la falta de agua y electricidad, el frío entra en los hogares en los que “las condiciones de salud se deterioran cada vez más”, dijo la representante de la Unicef en Ucrania, Giovanna Barberis.
Además, denunció que seis escuelas y cuatro guarderías han cerrado en la zona como consecuencia de los combates.
“En las últimas 24 horas las fuerzas de Ucrania atacaron el territorio de la RPD en 3 016 ocasiones”, afirmó el segundo jefe de las milicias, Eduard Basurin, citado por varias agencias de prensa.
En tanto, las autoridades rusas han señalado que Ucrania no tiene ningún interés en cumplir los acuerdos para el arreglo del conflicto firmado hace casi dos años en Minsk y que los utiliza como “instrumento de presión” contra Rusia.
De igual forma, el hecho de que Ucrania ejerza por este mes la presidencia del Consejo de Seguridad de la ONU ha envalentonado al presidente Poroshenko, quien escribió en Twitter que “en la ONU continuaremos aprovechando cada oportunidad para defender a Ucrania de la agresión armada rusa”.
Tales afirmaciones ponen en duda total la responsabilidad que debe asumir un país, un gobierno y su representante, cuando habla o actúa en el seno del Consejo de Seguridad, como ocurre ahora con Ucrania y su mandatario.

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