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Guerra avisada… sí mata soldado

13 de julio de 2018

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Y es porque los poderosos del mundo, aunque estén conscientes del sostén irracional de sus economías, pueden hacer colapsar al planeta, –ellos incluidos– al seguir perjudicando todo lo que huela a energía renovable, ignorando cualquier solidaridad al respecto e intensificando alegremente la explotación de combustibles fósiles.

No importa las reuniones, ni los acuerdos, porque Estados Unidos, el mayor depredador del aire limpio, sigue haciendo de las suyas. Aún más con la actual Administración, mientras otros implicados importante en el entuerto, como lo admite China, si ejecutan planes alternativos para mejorar el medioambiente.

La más reciente evaluación de la Agencia Internacional de la Energía confirma lo ya anunciado desde el 2015: el mundo aumentará su consumo de energía en más de un 30% para el 2040 y tres cuartas partes de esa demanda serán suministradas por combustibles fósiles.

Las fuentes renovables para esa fecha cubrirán apenas una cuarta parte de las necesidades energéticas globales y los acuerdos para combatir el cambio climático no lograrán contener las emisiones de gases de efecto invernadero.

A pesar de todo, el mundo seguirá invirtiendo mucho más en combustibles fósiles que renovables. Solo para mantener el abastecimiento actual hacen falta inversiones por un monto superior a los 600 000 millones de dólares anuales, además de los subsidios, que superan los 500 000 millones de dólares. Entretanto, las inversiones en renovables apenas superan el 15% del total de las energéticas.

Por estos días, y desde hace casi tres años, encontramos noticias que pudieran dar satisfacción, como el avance de las renovables, gracias a nuevos proyectos y tecnologías, pero representa muy poco en la oferta energética global.

La mayor penetración de las fuentes renovables se da en el sector eléctrico, pero es insignificante en los de uso final como la industria u el transporte, los grandes necesitados de la energía fósil. En estos rubros, la sustitución de los motores de combustión y de generación de calor resultan técnica y económicamente mucho más dificultosos.

En América Latina, como en el resto del mundo, la energía fósil camina con pies más grandes que las renovables, cuya suma total sigue siendo escasa: se mantiene la participación de un 22% en la hidráulica y un 3% entre eólica, solar y geotérmica, que es de menos del 6% a escala mundial.

Todo conspira contra la limpieza medioambiental, porque el sector de los hidrocarburos es uno de los principales recursos de varias economías latinoamericanas y uno de los más importantes rubros de ingresos fiscales. Ambas razones presionan mucho para que se invierta más en combustibles fósiles que en renovables.

De ahí que, en el futuro sólo se espera un tenue incremento de la energía eólica en la generación de electricidad, lejos de contrarrestar el aumento de las centrales térmicas o las grandes hidroeléctricas.

O sea, es una guerra que aunque avisada, no estamos contrarrestándola adecuadamente para no perecer.

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