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Grupo de Lima y OEA: tal para cual

11 de diciembre de 2020

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Una mirada a la América Latina de estos días me hace recordar alguna que otra práctica de tiro en un polígono donde cada participante buscar dar en la diana.
Desgraciadamente ese es el escenario hacia donde Estados Unidos, con su nueva Doctrina Monroe, pretende afianzar su presencia en nuestra región.
Las cosas hay que llamarlas por sus nombres y, sin dudas, un papel predominante en ese objetivo anexionista de las administraciones estadounidenses, lo juegan no pocos gobernantes y otros personajes que a pesar de su pésimo expediente, perduran en algunos países.
En ese propósito el imperio cuenta con la más desprestigiada de las organizaciones regionales del planeta: la OEA y su secretario general, Luis Almagro.
En la región todavía existen un Jair Bolsonaro, en Brasil, un Ivan Duque, en Colombia y un Lenin Moreno, en Ecuador. Ya son personajes del pasado Mauricio Macri, de Argentina, Jeanine Áñez, de Bolivia, y algunos que otros a quienes solo se les recuerda por su apego a los que les dictan guiones desde Estados Unidos y por el desastre económico y social que han dejado durante sus mandatos.
En lo externo, los principales focos de injerencia se han concentrado contra Venezuela, Cuba y Nicaragua, y tanto Washington como los personajes antes mencionados, se aferran en crear desestabilización que justifique una intervención militar.
Hay que decir también que la derecha más conservadora, fundamentalmente dentro de la OEA, ha fomentado mecanismos de intromisión más directa contra la República Bolivariana de Venezuela. El llamado Grupo de Lima, es el centro de esa componenda.
Cuando la progenitora OEA parió su hijo predilecto y le puso el nombre de Grupo de Lima por haber nacido en la capital peruana el 8 de agosto de 2017, el objetivo manifiesto era lograr que a Venezuela llegara una «verdadera democracia».
Interesante el plan, por cuanto querían intervenir en asuntos internos de Caracas, asumiendo la falta de democracia en el gobierno de Nicolás Maduro.
Lo terrible, en todo caso, es que ese propósito lo suscribieran gobiernos como el de Chile, modelo en la violación de los derechos humanos, donde los carabineros matan y mutilan a civiles por el solo hecho de protestar pacíficamente.
Colombia, con Iván Duque al frente, estremecida cada día por la muerte de ex guerrilleros, líderes indígenas, campesinos, e implicado en los planes terroristas realizados contra la vecina Venezuela. Se trata de quien está descalificado totalmente para hablar y actuar en nombre de la democracia o de los derechos humanos, mientras envía mercenarios a hacer sabotajes o cometer magnicidios en el país bolivariano.
Perú, que sirvió de sede para la maternidad del Grupo de Lima, la golpista boliviana Jeanine Áñez, el defenestrado argentino Mauricio Macri y otros en capilla ardiente para ser convertidos en pasado en sus respectivos países, no creo que puedan reciclarse, ni acudiendo a los más complicados malabares políticos.
Actualmente, la OEA se tambalea con la pérdida de su sostén principal, Trump y Pompeo.
Algo similar le sucede al impostor Juan Guaidó, autoproclamado y fabricado con mala hechura por la administración yanqui, que se sabe sin atributo alguno, tras la victoria de las elecciones parlamentarias en Venezuela y la constitución de la nueva Asamblea Nacional el próximo 5 de enero.
En países que encabezan los gobiernos de derecha como Chile, Perú y Ecuador, habrá elecciones en 2021 y debe ser la oportunidad para que los pueblos de estas naciones hagan realidad sus reclamos y los partidos y dirigentes populares sepan usar la unión como bandera para obtener la victoria.

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