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Graves fisuras en vieja alianza

15 de julio de 2019

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La peculiar política exterior de Donald Trump como presidente de Estados Unidos, que todo el mundo considera como muy peligrosa y algunos llegan a calificar como enloquecida e irracional -aunque otros tienden a cargar la culpa a Bolton, Pompeo y otros asesores del mismo corte-, ha dado un tropezón espectacular pues están involucradas las relaciones cuasi carnales con su más viejo y leal seguidor y aliado, su ex metrópoli, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte.

Si hacemos un poco de historia confirmaremos la participación y ayuda de los gobiernos británicos hasta el momento, ya sean conservadores o laboristas, en cuanta aventura o agresión imperialista hayan lanzado los gobernantes yanquis, ya sean republicanos o demócratas. Se ha tratado de una alianza aparentemente irrompible y tejida por múltiples intereses mutuos.

Dicha asociación, sin embargo, parece no impedir que algunos diplomáticos británicos -una diplomacia caracterizada por su vasta experiencia en el manejo del mundo colonial que una vez dominaron-, no piensen con su propia cabeza y realicen sus propios análisis al margen de la presión yanqui.

Según se ha divulgado, tal fue el caso del embajador británico en Washington, Kin Darroch, quién trasladó a su Cancillería en Londres, como hacen regularmente los embajadores, sus opiniones y apreciaciones acerca de la Administración Trump y su comportamiento “incompetente y disfuncional” en particular su política con respecto a Irán.

La llamó “incoherente y caótica” y propia del impulso de “asesores agresivos”, lo cual acompañó de los más duros términos con respecto al mandatario, quién se sintió herido como pocas veces en su desenfrenado ego y arrogancia.

La reacción del inquilino de la Casa Blanca no se hizo esperar y repartió a Darroch los peores insultos, llamándole, entre otras cosas, “tonto” y “estúpido” mientras salpicó también con epítetos nada suaves a la saliente primera ministra Teresa May, quién lo había recibido hace pocos días en un ambiente aparentemente cordial.

Nada semejante se recuerda desde hace siglos en las tradicionales relaciones entre el viejo Imperio y su ex colonia, hoy aspirante al dominio hegemónico total, incluida la ex metrópoli que atraviesa un difícil momento.

A estas alturas no se sabe o no se ha hecho público aún quién o quienes fueron los autores de la espectacular filtración que fue recogida por el diario “The Mail of Sunday”. Al no desmentirlo, el gobierno inglés admitió como cierto que el informe del embajador Darroch contenía tales afirmaciones y que la fuente de tal revelación viene desde muy interno y con enigmáticos propósitos.

Aunque el diplomático ya anunció su renuncia, el grave incidente ha levantado un polvero de imprevisibles consecuencias dentro de la política inglesa y dentro del mismo gobierno interino, que encabeza Teresa May hasta la pronta elección de su relevo conservador.

Para los aliados, socios o simplemente amigos del actual gobierno de Estados Unidos el encontronazo puede servir como valiosa enseñanza y útil experiencia.

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