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Gastar, gastar y …malgastar

19 de diciembre de 2014

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Última quincena del último mes del año 2014. Alguna prensa publica datos que corroboran la arbitrariedad, el derroche y los abultados presupuestos para hacer guerras.
El Financial Times, por ejemplo, ha sacado a la luz pública que la guerra contra Afganistán ha costado a los contribuyentes norteamericanos un billón de dólares; es decir, un millón de millones de dólares.
¿Dónde fue a parar tal cantidad de dinero? Muy sencillo, a los bolsillos del Complejo Militar Industrial, los fabricantes de los sofisticados armamentos, los verdaderos dueños y señores dentro de las distintas administraciones de ese país.
¿Qué se podría hacer con esos recursos de no ser invertidos en guerras? Muchas cosas, digamos que acabar con el hambre en decenas de países africanos de los más golpeados por la pobreza extrema.
También tan alta cifra de dólares podría invertirse en ayuda al desarrollo, a construir obras de beneficio social, a curar enfermedades, a enseñar a leer y a escribir a miles de millones de personas.
Los despachos de prensa, sin embargo, reflejan que el billón de dólares gastados en 13 años de guerra en Afganistán, es una cifra mayor al ambicioso presupuesto del conocido Plan Marshall, para reconstruir a Europa luego de la Segunda Guerra Mundial.
También se ejemplifica que lo gastado en tierra afgana equivale a 10 presupuestos militares anuales de una potencia como Rusia que destinó para el presente 2014 una cifra de 106 000 millones.
Y aunque la guerra que realiza el Pentágono contra Afganistán fue emprendida durante el gobierno de George W. Bush, un 80 por ciento de los gastos corresponden a la presidencia de Barack Obama, ya siendo el Premio Nobel de la Paz que nunca se mereció.
Gastar, gastar y gastar, ha sido la filosofía de cada administración que se instala en la Casa Blanca, no importa que, como en el caso que nos ocupa, la mayoría de la población estadounidense no apruebe su uso en guerras, que poco o nada tienen que ver con la seguridad nacional de Estados Unidos.
Respecto a Irak ha pasado otro tanto. Bush primero y Obama después, usaron la cifra de 1 millón 700 000 millones de dólares en invadir y bombardear a esa nación árabe, hoy más inestable que nunca, más insegura y más ingobernable.
Un matiz implícito en todas las contiendas bélicas lideradas por Washington es la inclusión en los presupuestos de sumas muy altas que supuestamente deben ser utilizadas en la reconstrucción de los países que ellos destruyen con sus bombas y cohetes.
Miles de millones que van a manos de contratistas privados vinculados por supuesto con el sector militar de Estados Unidos, y que en una ínfima cuantía se usa realmente para hacer una carretera o levantar alguna edificación.
En Irak la cifra del dinero “perdido” es de miles de millones. Y algo similar sucede en Afganistán. En ambos países la infraestructura destruida sigue esperando por “tiempos mejores” para volverse a levantar o hacerse desde sus cimientos.
Señala un reporte de prensa que el inspector general para la reconstrucción de Afganistán, John Sopko, encargado del uso de 100 000 millones de dólares para esos fines, ha denunciado que  una cifra de miles de millones de esos fondos se han perdido o robado por quienes debieron llevarlos adelante.
En estas circunstancias, la ocupación de Afganistán por fuerzas militares norteamericanas llega a su año 14, y ese país asiático sigue estando entre los más pobres del mundo, de los más inestables y ahora también con una violencia inacabable, estén o no estén allí los “todopoderosos” rambos del militarismo de Washington.

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