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Futuro incierto

4 de julio de 2014

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La continuación de la represión oficial y nuevos hechos de terrorismo conforman el actual panorama en Egipto, opacado noticiosamente por la creación de un califato en la frontera sirio-iraquí por el grupo denominado Ejército de Liberación de Iraq y Siria, que tiene al propio territorio egipcio en su punto de mira de expansión.
El presidente egipcio, Abdel Fatah al Sisi, reconoció que será muy dura la labor que se debe emprender para restaurar económicamente al país, aunque tiene el apoyo del ejército al que dirigió en el golpe de Estado contra el anterior mandatario, Mohamed Morsi, sectores liberales y grupos supuestamente de izquierda que temían las prácticas de Morsi y de sus Hermanos Musulmanes.
Miles de integrantes de tal hermandad están en prisión, junto con Morsi, otros muchos han muerto en las manifestaciones callejeras, al igual que militares y población civil a causa de los atentados terroristas.
Los Hermanos Musulmanes cometieron muchos errores, pero el crucial fue el intento de copar en poco tiempo todos los sectores de poder en Egipto, con lo que se enfrentó al mismo tiempo con militares, liberales y salafistas (financiados por Arabia Saudita). Es de suponer que esta afirmación se entienda a la primera, al ver cómo estos tres sectores han coincidido en el apoyo al golpe, cuando, aparentemente, la hermandad y los salafistas comparten los mismos intereses islámicos, como se puso de manifiesto en el año de gobierno de Morsi.
Y junto a este error, otro no menos importante: los Hermanos Musulmanes, pese a ser unos “hijos” de los intereses de Occidente en la zona –de forma especial de EEUU, con quien mantenían unas excelentes relaciones desde el 2007- comenzaron a caminar en solitario, intentando controlar todo el marco árabe donde se han producido revueltas: Túnez, Libia, Egipto, El Líbano, Jordania y Siria.
Fue aquí donde encontraron su primer freno: Arabia Saudita. Se dice que el embajador saudita en El Cairo presionó todo lo que pudo para evitar el triunfo de Morsi en las elecciones del 2012, lo que tiene sentido si se tiene en cuenta que Arabia Saudita fue el primer país en saludar el golpe militar y en felicitar al presidente interino.
En un momento concreto, además de por los militares, Obama apostó por Morsi, juzgando que era un socio útil en tanto que presidente. La utilidad de los jefes de los Hermanos Musulmanes para Estados Unidos y la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), lo demuestra Yusif al Qaradawi, su principal “guía estratégico”.
Ciudadano qatarí de origen egipcio, durante el ataque de la OTAN contra Libia en el 2011, incitó públicamente a asesinar a Khadaffi y a apoyar a los Hermanos Musulmanes que, ayudados por fuerzas especiales qataríes, participaron en la represión interna. Posteriormente, en una concentración en Doha, llamó  “a todos los musulmanes entrenados en el combate a estar disponibles” para participar en la agresión a Siria, importante en la estrategia Estados Unidos /OTAN, en la que Qatar es muy activo, sobre todo en el suministro de armas a los “rebeldes” desde Turquía.
Pero destapar todas estas argucias de los Hermanos Musulmanes no libra al poder militar egipcio de las acusaciones de corrupción, lo cual hace muy difícil la labor del presidente Al Sisi, suponiendo que este tenga voluntad para intentar mejorar la vida del pueblo.
No obstante que la mayor parte de la población rechaza los métodos de la hermandad y apoyara la elección del candidato de los militares, ello no le asegura un futuro prometedor, porque la institución posee su propio imperio, al controlar el 40% de la economía.
La deuda extrema se ha disparado en el curso de los últimos tres años; no hay inversiones extranjeras, debido a la inestabilidad e inseguridad; el 27% de la población vive en la pobreza y siete de cada diez jóvenes están desocupados.
El dinero existente en las arcas, unos 20 000 millones de dólares, proviene de sus aliados Arabia Saudita, Kuwait y Emiratos Árabes Unidos, y cualquier solución económica  pasaría por recortes a subsidios estatales, principalmente al pan y el combustible, que consumen un tercio del presupuesto nacional.
Todo ello arroja más leña al fuego de la anarquía y la descomposición social, y hace que en cualquier análisis sobre Egipto destaque su futuro incierto.

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