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Fruto de la división

12 de enero de 2021

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De las miasmas de una izquierda que se siente traicionada y sigue dividida y una ultraderecha que estuvo a punto de asaltar el poder, pero que fue dejada a un lado por temor de la élite de quienes más tienen, surgió Emmanuel Macron, un hombre que apenas tiene un partido de importancia, tan ambiguo como elegante, racista, antimusulmán y que, pese a la pandemia de la COVID-19, el desempleo y la caída de la economía, sigue aferrado con fuerza a un poder que no le es esquivo.

Macron saca provecho de todo, incluidos atentados terroristas, para romper por la fuerza manifestaciones que demandan el respeto a los derechos humanos, e incluso aquellas que piden el cumplimiento de un acuerdo que proteja el medio ambiente, algo paradójico cuando el mandatario se ha proclamado decidido defensor de evitar el deterioro del clima.

Cuando sucede un atentado terrorista, además de poner en la cárcel a adversarios que no han tenido que ver con ello, mantiene la prohibición de evitar concentraciones en la vía pública y hasta intentó penar con fuertes multas y prisión a quienes fotografíen la represión policial, algo que ni a su caído ídolo Trump se le pasó por la mente (¿o sí?).

No es algo de ahora, pero con el gobierno de Macron, se expande la desigualdad, porque es un ente que genera sólo ganancias para los ricos.

No hay ayuda para los seis millones de musulmanes que viven en Francia, ni para una juventud que se encuentra cada vez más desamparada en una de las naciones más desarrolladas del mundo.

 

Crisis de identidad y de futuro

Hace 15 años, los mismos guetos de París, que han sido los principales campos de reclutamiento de los grupos terroristas, fueron sacudidos por una revuelta repentina, que duró 20 días, con más de 10 000 coches quemados.

Todos los informes de los guetos hablaban de jóvenes desempleados rechazados por la sociedad francesa. Ellos son la segunda o tercera generación de migrantes que ya se sentían franceses pero que, a diferencia de sus padres, tienen una crisis de identidad y de futuro.

Hay unanimidad en que la frustración sólo ha aumentado y lo mismo se puede decir de muchos jóvenes musulmanes o no en toda Europa.

Recordemos como las autoridades, en su afán de rendir homenaje a las víctimas de un asalto a un diario satírico francés, que se había burlado del Islam y su profeta Mahoma, incrementaron la persecución a presuntos terroristas, todos musulmanes, deteniendo a un gran número de personas a las que no se les pudo comprobar relación alguna con hechos violentos.

Lo cierto es que desde hace dos años al Presidente de Francia se le acumulan los problemas y las crisis, que tuvieron su inicio más fuerte con el estallido del “caso Benalla” en julio de 2018, sumado a las últimas revelaciones de Mediapart acerca de hechos venales que golpean al Ejecutivo.

Más conocido, y aún vigente es el movimiento de los “gilets jaunes” o chalecos amarillos que desde hace más de tres años se manifiestan todos los sábados contra las políticas de Macron, que aún sigue ahí, como buen fruto de la división.

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