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Frustración

12 de septiembre de 2019

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Para Donald Trump resultó particularmente doloroso despedir a su amigo y asesor de Seguridad Nacional, John Bolton, quien le había llevado a un extremo muy alto en la consecución de una política bélica capaz  de ser el detonante de una hecatombe nuclear,

Precisamente, el intentar obstaculizar ciertos manejos presidenciales de acercamiento a enemigos del sistema –presionados por elementos que, aunque militaristas, no quieren una Tercera Guerra Mundial– llevaron que Bolton fuera cuestionado hasta por otros halcones del gabinete, líderes republicanos temerosos de que el extremismo pusiera en peligro la reelección presidencial, y el establishment que gobierna realmente en Estados Unidos,

Así que a Trump no le quedó más remedio que “recoger pita”,  como se dice vulgarmente, y sacar a Bolton, quien ya le estorbaba en las decisiones más importantes.

Para comprende que fue lo que unió a  amas personajes, hay que señalar que entre el lobby radical más reaccionario dentro del Partido Republicano, John Bolton fue uno de los primeros en apoyar la candidatura de Trump en el 2016, además de declarar públicamente que era su ídolo.

Este fanático confeso del Presdente, se había convertido en uno de los analistas principales de política exterior y seguridad nacional de Fox News, la cadena televisiva favorita de Trump, contexto que aprovechó para mantener un estrecho vínculo con el millonario judío Sheldan Anderson, reconocido como el magnate de los casinos y considerado la decimoquinta persona más rica del mundo, según la revista  Forbes.

Anderson fue el principal donante conocido de la campaña presidencial de Trump, con 20 millones de dólares., y a cambio quería que el nuevo gobierno de EE.UU. trasladase la embajada en Tel Aviv a Jerusalén y la ruptura del acuerdo nuclear con Teherán. Años más tarde, sus deseos fueron concedidos, lo que supuso una victoria para la gestión de Bolton, un intermediario incondicional.

Sin embargo, Trump empezó a chocar con la visión de Bolton, que sostenía una política más belicista contra quienes consideraba los enemigos de Estados Unidos, y Pyongyang fue el detonante al respecto.

El 30 de junio, Donald Trump se convirtió en el primer presidente de EE.UU., en visitar la zona desmilitarizada entre Corea del Norte y Corea del Sur. Fue en ese momento cuando Bolton cayó en franco declive.

A pesar del desacuerdo de su asesor de Seguridad, Trump se reunió con el líder norcoreano, Kim Jong-un, en un encuentro al que asistió acompañado de sus principales asesores, entre ellos su hija, Ivanka. Bolton estuvo ausente

Pero, según destaca The New York Times, no sólo la apertura de Trump a Corea Democrática ha sido una derrota para Bolton, quien considera a este país y a Irán como amenazas para la seguridad nacional de EEUU. La divergencia entre los dos hombres ya había sido evidente en mayo, durante el primer viaje del presidente este año a Japón.

Bolton dijo a los periodistas que “no hay duda” de que los lanzamientos de misiles de corto alcancen norcoreanos violaron las resoluciones de Naciones Unidas. Trump lo desestimó: “Mi gente piensa que podría haber sido una violación, como ustedes saben (…) Lo veo de otra manera”, publicó el medio estadounidense.

La última semana de Bolton en la Casa Blanca fue una batalla contra el acuerdo de paz entre EE.UU., y la organización Talibán Militante. Trump se estaba preparando para invitar a sus líderes a Camp David para firmar el acuerdo, pero Bolton argumentó que se podían retirar las tropas de Afganistán y cumplir la promesa de campaña sin aliarse a una organización responsable de matar a miles de estadounidenses en los últimos 18 años.

Trump lo escuchó esta vez, pero los coordinadores del pacto se enfurecieron con Bolton por desestimar la alianza.

En los últimos días, Donald Trump ha expresado su disposición a reunirse con el presidente de Irán, Hasan Rohaní. Incluso ha manifestado su disposición de extender el financiamiento a corto plazo a Teherán, aunque la oferta fue rechazada.

En varias ocasiones, Trump ha repudiado la idea de trabajar para derrocar al gobierno de Irán, una meta que Bolton promovió durante mucho tiempo cuando todavía no era asesor de la Casa Blanca.

“No estamos buscando un cambio de régimen (…) solo quiero dejar eso claro”, dijo Trump, después de que Irán fue acusado en junio de dañar dos petroleros con explosivos y de derribar un dron.

Bolton había visto la oportunidad para hacer una demostración de fuerza y recomendó un ataque aéreo contra el radar iraní y otras instalaciones. Trump aceptó de inicio, y en el último momento cambió de parecer.

Ante esa situación, Trump empezó a recibir presiones para que cesara a su amigo, quien también lo había respaldado en las políticas agresivas contra naciones más pequeñas como Cuba y Venezuela, además de buscar el cambio de gobierno en Nicaragua.

Durante su estancia en la Casa Blanca como asesor de seguridad, Bolton defendió las acusaciones de los diplomáticos estadounidenses por los supuestos ataques sónicos producidos por el gobierno cubano, y promovió como represalia el cese de las actividades consulares en la isla.

En general, vistas las cosas de lejos, Trump ´parecer ser el chico bueno y Bolton el malo, pero ambos son lobos de la misma camada, sólo que al último le tocó ahora verse frustrado en sus ambiciosos planes guerreristas.

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