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Francia y Alemania, preocupadas

11 de marzo de 2015

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Pudiera ser un espejismo u otro “paripé” para “guardar la forma”, pero Francia primero y Alemania después han estado decantando una política de retroceso en lo que concierne al apoyo de la agresiva política norteamericana contra Rusia.
Ya Francois Hollande había exteriorizado su preocupación acerca de que las sanciones patrocinadas por Estados Unidos y seguidas por sus aliados europeos estaban dañando seriamente la economía francesa, luego de paralizar millonarios contratos con Moscú y ver ascender a record histórico la cifra de parados, con sus correspondientes paros de protesta, algo usual en la Francia capitalista.
A su vez, Alemania, que era menos díscola a la política estadounidense, siguió los pasos de su vecina, debido a una situación semejante en lo que concierne al desempleo, que incluso pone en peligro el bien ganado mote de “Locomotora de Europa”.
Estados Unidos no es dañado en gran medida por las injustas medidas económicas contra Moscú, por su no demostrada presencia militar en Ucrania, incluso menos que el aquiescente Canadá, por lo que aliados europeos sospechan acerca de maniobras de Washington para introducirse a mansalva en su economía.
Pero la preocupación franco-alemana no solo es económica, sino que lleva al temor de que la agresiva política norteamericana de apoyar al régimen del pelele Petro Poroshenko conduzca a un callejón sin salida que obligue a Rusia a una respuesta a gran escala.
Lo cierto es que ni París ni Berlín están dispuestas a dejarse llevar por los tambores de la guerra que siguen repiqueteando en Ucrania y, sin la presencia de Washington, jugaron con Moscú un papel importante en la más reciente frágil tregua de la contienda entre el gobierno central ucraniano y las rebeldes repúblicas del este, que no aceptan ser gobernadas por un régimen fascista.
Esto es  tan importante que ambas naciones, principalmente Francia, llegaron a avanzar la posibilidad de que se reconozca la autonomía o federalización de Donetsk y Lugansk, y estén ahora dando marcha atrás, no solo por la consecuente posición de los separatistas, sino por lo obcecado de una política que pretende cercar aun más al molesto gobierno de Putin y llevar tropas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte a las proximidades de las fronteras rusas.
No es algo festinado ni dicho fugaz y epidérmicamente: las maniobras contra Moscú conducen a una agresión que busca alterar el rumbo al orden internacional multipolar gestado en la última década e impedir su consolidación, y en su lugar imponer uno hegemónico, opresor, militar/mercenarizado y violento capitaneado por la plutocracia de EE.UU.
No es la primera vez que se dice, pero quizás hay que agregar algo más respecto a lo que está sucediendo y que ha sido hasta reconocido por los mayoritarios medios de prensa afines al imperialismo: esa agresión político-militar lleva a una posible confrontación con China, en la que Rusia es un obstáculo a eliminar.
Todo parece indicar que Francia y Alemania pretenden que no se les empuje a una confrontación no deseada, por lo menos frontal, producto de la pérdida de influencia y de poder global de EE.UU., cuyo declive viene acompañado de una profunda crisis económica y energética sin retorno.
Es una realidad que se abre paso: El modelo capitalista de producción depredó, destruyó y agotó los recursos naturales y energéticos, y contaminó todos los ecosistemas del planeta en su afán de acumulación. Si un sistema basado en el crecimiento económico infinito no puede crecer, está abocado a una muerte social. Ucrania es un revelador síntoma para evitar que el sistema colapse.
En esta huida norteamericana hacia delante, lo peor puede pasar,  por lo cual es lógica la preocupación de importantes aliados y no siempre fieles seguidores como Francia y Alemania.

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